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Scoop

Título

 Scoop

Título original
Scoop
Dirección
Woody Allen
Intérpretes
Scarlett Johansson
Woody Allen
Hugh Jackman
Christopher Fulford
Nigel Lindsay
Año
2006
Guión
Woody Allen

 

Un ejemplo para su raza

Por Manuel Ortega

Se sale de Scoop como se sale de ver a un familiar al que queremos y que visitamos a lo sumo una vez al año por las navidades. Sabemos que se nos hace mayor, que conserva en vinagre su sagacidad, pero su piel se arruga y su reloj va más deprisa. Pero carpe diem amigos que Woody Allen sigue siendo un ejemplo para su raza: la de los cineastas jóvenes e inteligentes que aportan su tonelada de cal al cada vez más anquilosado, previsible y anciano séptimo arte. Scoop no es su mejor película pero si es de lo mejor que se ha estrenado en este bendito país en este último maldito año. O viceversa.

Scoop empieza dando el primer quiebro inesperado a lo habitual. En un guiño autoral se nos presenta una reunión de amigos en un bar que cuentan anécdotas de uno que ya no está. Parece que Broadway Danny Rose toma gravedad al mismo tiempo que Celebrity se torna en tragedia. Pero sólo es un prefacio funcional para que nos vayamos a un Recuerdos pasados por la turmix de la modestia, la autocrítica, la intrascendencia de trascender y el color. Porque Scoop es el color donde las otras necesitaban grises y sus tonalidades, es el canto de sirena que avisa de que viene la ambulancia o la policía. Porque la muerte y el crimen vertebran esta película convirtiéndose en el positivo o en el negativo (no entiendo ni de fotografía ni de simplificaciones maniqueas) de la aclamada y pelín sobrevalorada anterior película del genio neoyorquino, cfr Match Point. Yo es que soy más del Allen que revisita Annie Hall (quiero decir Todo lo demás) que el que lo hace con Delitos y faltas (quizá también yo quiera seguir siendo joven y gracioso). Ustedes perdonen.

Pero el funcionario judío que escapaba de un pueblo que lo odiaba a lomos de un circo, sigue siendo mago. Un charlatán de feria, un engañalistos que sabe que la palabra lo ha llevado a ser lo que es y que su caja de trucos de magia es mucho más potente de lo que siempre nos ha dicho. Porque aunque él se vista de charlatán domina la imagen como pocos. De ahí sale Joe Strombell para que la narrativa fluya de la imaginación que fluye de la lírica. Estamos entre lo que separa a la vida de la muerte, lo que está entre una y otra. Woody Allen, el cine, una caja de trucos de magia. Y en lugar de un conejo sale una primicia que pone en marcha la maquinaria.

Y como en sus últimas comedias, el argumento va perdiendo fuelle, las interpretaciones se van haciendo cansinas, el guión nos descubre algún agujero. Pero esa escena en el lago está rodada con la marca que distingue a los grandes cineastas: elegancia, sutileza, rigor y contundencia. Todo mezclado con un giro menos afortunado que en la anterior (la del tenista malo), con menos sentido, con menos trompetas y tambores. Pero es lo que diferencia a la comedia de la tragedia, a Melinda de Melinda, a los principios explosivos de la sonrisa (Granujas de medio pelo y su magnífica primera parte sería el ejemplo) de los finales que nos matan para que sigamos vivos. La tragedia es comedia más tiempo…más que nunca.

Woody Allen sigue vivo, es un ejemplo para su raza y el año que viene iré a verle otra vez como se ve a una familiar que sólo puedes visitar en noviembre o así.

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