Texto: Carlos Leal.
Fotos: Archivo

 

 

Vittorio de Sica

El maestro del neorrealismo

Idéntico reconocimiento recibió dos años después la que probablemente es su obra maestra, El ladrón de bicicletas. Escrita nuevamente por Cesare Zavattini, en esta maravillosa película Vittorio De Sica volvió a rodar con actores no profesionales y en localizaciones reales, unas circunstancias extremadamente complejas de las que el director italiano supo hacer virtud.

El ladron de bicicletasEn El ladrón de bicicletas, De Sica cuenta una historia tan simple como dramática; un joven desempleado, tras conseguir finalmente el trabajo que necesita para alimentar a su familia, pierde su medio de subsistencia cuando le roban su bicicleta. Este enternecedor drama social ha pasado a la historia como un ejemplo de cine inocente y desprovisto de artificio, y ha recibido homenajes tan emotivos como el de Robert Altman en El juego de Hollywood o el de Woody Allen en Recuerdos de una estrella.

Su siguiente largometraje, Milagro en Milán (1951), abandona el realismo para narrar en clave de farsa una historia igualmente comprometida. Al año siguiente, Vittorio De Sica rodó la que él mismo siempre defendió como su mejor película, Umberto D.

Su último filme enteramente neorrealista, Umberto D cuenta la historia de un antiguo funcionario público que, a la jubilación, se encuentra al borde de la ruina, con una casera que amenaza con echarle de su propia casa si no puede pagar las mensualidades. Ya habían pasado siete años desde el final de la guerra, y el público italiano comenzaba a cansarse de películas que retrataran la pobreza de un modo tan brusco; la acogida de Umberto D no fue excesivamente buena.

A partir de ese momento, Vittorio De Sica, como casi todo el cine italiano de su época, viró hacia comedias ligeramente sociales. Dos mujeres, Pan, amor y fantasía o Matrimonio a la italiana son algunas de sus películas más destacadas de las siguientes décadas.

Sin embargo, a mediados de los 60 para la mayor parte de la crítica se hacía evidente que su mejor época ya había pasado. Aun así, tuvo tiempo de ganar otros dos oscars a la mejor película de habla no inglesa, por Ayer, hoy y mañana (1964) y El jardín de los Finzi-Contini (1971). La segunda de ellas recupera en parte el espíritu comprometido de su época neorrealista para explicar la historia de una familia judía perseguida durante el fascismo italiano.

Vittorio De Sica falleció en 1974 a los 73 años de edad tras una intervención quirúrgica pulmonar. Trabajador infatigable, el mismo año de su muerte terminó la que sería su última película, El viaje. Ahora, cuando se cumple el centenario de su nacimiento, en Italia se suceden los homenajes a este maestro del cine. El pasado día 7 hubo un pase especial de su película El oro de Nápoles (1954) al que asistieron sus tres hijos, Emi, Manuel y Christian.

   

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