Texto: Carlos Leal.
Fotos: Archivo

 


 

 

Annie Hall cumple 25 años

La comedia romántica dirigida por Woody Allen en 1977 conserva intacto todo su encanto un cuarto de siglo después de su estreno

Dos mujeres están en la estación de esquí de Catskills y una de ellas le dice a la otra: "La comida aquí es realmente terrible". La otra responde: "Sí, ya lo sé, y además... las raciones son tan pequeñas". Este pequeño chiste contado por Woody Allen mirando a cámara es el punto de partida de todo un clásico de la historia del cine, Annie Hall, que vio la luz hace ahora veinticinco años, concretamente el 20 de abril de 1977.

Alvy Singer es una de esas personas que, como decía Groucho Marx (o Sigmund Freud, según Woody Allen), jamás pertenecerían a un club que les admitiera como socios, un tipo neurótico, pesimista y sin la menor autoestima. Hasta que conoce a Annie Hall, que no sólo está dispuesta a ingresar en los clubs a los que él pertenezca sino también a compartir su vida. Las idas y venidas de su relación dan lugar a la comedia romántica con más encanto de la historia del cine.

Annie Hall supone además un punto de inflexión en la carrera como director de Woody Allen, que había comenzado apenas ocho años antes con Toma el dinero y corre. Por primera vez Allen ya no es el cómico ocurrente capaz de sacrificarlo todo por conseguir una carcajada; por el contrario, en Annie Hall combina con maestría los elementos humorísticos y los dramáticos, algo que proporciona a su cine una dimensión completamente nueva. En los años sucesivos llegarían algunas de sus películas más conocidas y admiradas, como Manhattan (1979), La rosa púrpura de El Cairo (1985) Hannah y sus hermanas (1986) o Delitos y faltas (1989).

Además, en Annie Hall aparecen por primera vez muchos de los temas recurrentes en su filmografía, que con el paso del tiempo han pasado a convertirse en la quintaesencia de su cine. Así, Nueva York se integra como un personaje más en la historia de amor entre Woody Allen y Diane Keaton, que se rompe definitivamente una vez que ella decide trasladarse a Los Ángeles. La familia, el sexo, el judaísmo, los problemas de pareja, el psicoanálisis, el cine, el divorcio op el poder redentor del arte frente a la realidad también se configuran como elementos esenciales de Annie Hall.

Todo ello bañado por la misma postura vital de pesimismo matizado que recorre toda la trayectoria como cineasta de Woody Allen, un Alvy Singer capaz de dividir la realidad entre lo terrible y lo miserable pero acto seguido admitir la suerte que supone conocer a personas tan maravillosas como Annie Hall. Un Woody Allen que años después, en Hannah y sus hermanas, encontraría las fuerzas para salir de una depresión viendo una de esas antiguas películas de los hermanos Marx.

   

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