Los amores imposibles marcan una Sección Oficial que sigue sin despegar
Chicas, el debut de Yasmina Reza, no entusiasma por su lastre teatral. La mujer con la nariz rota se deja ver, pese a sus defectos, sobre todo en comparación con la empalagosa The Aviatrix of Kazbek
Juan Antonio Bermúdez
Las expectativas creadas por Chicas, debut cinematográfico de la exitosa dramaturga Yasmina Reza, se disolvieron en la segunda sesión del Festival de Sevilla tras comprobar que se trata de una comedia demasiado deudora de su referente dramático (Una pièce espagnola, obra escrita por Reza en 2004) y de la formación teatral de la debutante.
Todo el mínimo desarrollo argumental de Chicas es una excusa para situar a los protagonistas en un típico conflicto que ya desvela la sinopsis: una viuda, interpretada con cierta gracia serena por Carmen Maura, se reúne con sus hijas para presentarles a su nuevo novio y la situación deriva en catarsis familiar.
Lo demás es una colección de diálogos más o menos brillantes y clips más o menos sentimentales que, lejos de darle frescura al conjunto, ponen más en evidencia si cabe la precariedad de su rigidez medular y su lastre teatral, afectando incluso a lo mejor de la película: el buen tono general de las interpretaciones, entre las que destacan las de André Dussollier y Valérie Dréville.
La Sección Oficial tampoco ha despegado en la sesión dominical, aunque la primera película proyectada en el Lope de Vega, la cinta serbo-alemana La mujer con la nariz rota, es una dignísima representación de un tipo de cine que siempre gusta en los festivales.
En un Belgrado lluvioso y atascado en el que todavía se palpan las heridas de la guerra que asoló los Balcanes a finales del siglo pasado, sus tres historias cruzadas de amor imposible fluyen con relativa fuerza y verosimilitud, pese a estribarse a menudo en recursos, situaciones y tipos ya vistos en muchos otros filmes.
La mujer con la nariz rota hace girar así su guión sobre esquemas básicos y recurrentes, pero desde luego su directa ingenuidad resulta preferible a la pompa edulcorada que explota en The Aviatrix of Kazbek, la otra propuesta a concurso de esta jornada.
Un interesante contexto de convivencia cultural en la segunda guerra mundial (entre soldados georgianos prisioneros de los nazis y granjeros holandeses) deriva aquí en un empalagoso amorío heroico que se resuelve en la pantalla con postalitas, momentos musicales y rudimentarios florilegios visuales que destrozan el pretendido tono de cuento poético que la película busca.
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