Delirio Bay
               Por 
                Pablo Matilla
Por 
                Pablo Matilla
              Han pasado ocho años desde la primera entrega de Dos policías 
rebeldes. La película seguía la fórmula buddy movie, 
en la que una pareja policial comparte avatares en la investigación de 
un caso. Este subgénero, trillado en el cine de acción americano 
de los años 80, alcanzó su mayor éxito con la saga Arma 
letal. Así que la principal novedad que aportaba la película 
de Michael Bay era que se trataba de dos policías negros interpretados 
por estrellas de la televisión, Will Smith y Martin Lawrence. 
Dos policías rebeldes 2 reúne de nuevo al trío 
  responsable de aquel éxito. Depués del relativo fracaso de Pearl 
  Harbor, esta secuela supone para su director el regreso a un cine menos 
  pretencioso, lo cual le da cierta libertad para alardear hasta la exageración 
  de técnica, con una propuesta hipervisualista cargada de planos imposibles. 
  En el caso de la pareja protagonista, esta película no supone más 
  que una reunión de viejos amigos.
El argumento de Dos policías rebeldes 2 es tan olvidadizo o 
  más que el de la primera. Aunque cabría destacar la variedad etonólogica 
  de los malos, ya que hay desde haitianos con rastas hasta rusos, pasando por 
  narcotraficantes cubanos y ejército castrista. Tampoco se puede olvidar 
  a Jordi Mollá, que aporta su grano de arena en el circo de Bay con una 
  interpretación tan exagerada como divertida.
El frenesí de las persecuciones de coches impide ver con claridad que 
  es lo que pasa realmente. No deja tiempo ni a meditar acerca de por qué 
  un detective de policía conduce un Ferrari y enfunda dos pistolas plateadas, 
  ni por qué el otro vive en un mansión. Los protagonistas se mueven 
  como estrellas de rap por Miami de un lado para otro, en una especie de absurdo 
  delirio. 
Gran parte de las escenas de coche son asombrosas. De igual modo, las gags 
  cómicos de Martin Lawrence y Will Smith, dentro del humor grueso 
  que destila la película, hasta parecen escasos, si bien se exceden en 
  algunos chistes a base de desmembramientos corporales que rozan el gore. Michael 
  Bay firma una auténtica locura sin pies ni cabeza. Una obra maestra del 
  cine-tunning. 
 
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