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Miranda

Título

 Miranda

Título original
Miranda
Dirección
Marc Munden
Intérpretes
Christina Ricci
John Simm
Kyle MacLachlan
John Hurt
Julian Rhind-Tutt
Año
2002
Guión
Rob Young

 

Muñeca hinchable

Por Susana López Rubio

Frank, un bibliotecario con una vida sumergida en formol, da un vuelco a su existencia cuando comienza una relación con Miranda, una misteriosa mujer con complejo de Salomé para la generación MTV, que va diariamente a su biblioteca. Una tipa que no es lo que parece a primera vista.

Bien, amigos. Les propongo un juego. La Danza de los Siete Velos de Miranda.

El primer velo que debemos quitar son los decorados. Imaginemos que, en vez de en decorados excéntricos y molones – una piscina abandonada, una azotea con una gigantesca alfombra de Elvis Presley, una habitación de hotel totalmente negra – la acción de desarrolla en una cafetería, una terracita y un cuarto de hotel de los de toda la vida. ¿Por qué no? Total, para lo que afecta al contenido de las secuencias igual nos da. Hum… sin unos decorados tan chulos, las secuencias como que ya no molan tanto… Bien, sigamos.

Segundo Velo. Una realización “moderna”. Y utilizo las comillas porque las virguerías visuales del film son “noventeras”. Pasadas de moda. Por poco, pero pasadas de moda. En fin, quitemos la chuchería visual a la peli y sigamos.

El tercer y cuarto velo son unos actores de culto. Christina Ricci (que tiene de Femme Fatale más bien poco y deambula por el metraje con el aire de “quiero y no puedo” de una niña tratando de hacerse la mayor vestida con la ropa y el maquillaje de su madre) y Kyle MacLachlan (por quien, la gente con sentido del humor a quienes nos gustó Showgirls, tenemos cierta simpatía pero que debería despedir a su agente ipso facto) tienen suficiente pedigrí freaky como para dar una capa de barniz cool a una película. Vale, eliminemos eso también.

El tabaco es el quinto velo. ¿Qué pasaría si los personajes de Miranda no fumaran? No se trata de un lavado de cerebro de la ola antitabaquista de EEUU, sino de demostrar un hecho. Por lo general, unos diálogos en la cuerda floja entre la originalidad y el ridículo, suenan mejor cuando el personaje los dice fumando. Fumar puede matar pero es seeexy. Sin trampas, tratemos de concentrarnos en los diálogos puros y duros sin que el humo se nos meta en los ojos.

Sexto velo. Un sentido del humor pasado de rosca. Me gusta el humor extraño, de verdad, se lo juro por Jo, que noche –película con la que me río a carcajadas- pero hay chistes en esta película (¿¡Nailor tragándose el anillo del dedo del pie de Miranda!?) que más que risa lo que dan es una vergüenza ajena espantosa.

Y séptimo. La música. Canciones enteras metidas con calzador para ver si alguien pica y se compra la banda sonora. Una música pegadiza para que traguemos mejor las escenas de transición innecesarias. El truco más viejo del libro.

Terminado el experimento, esta Miranda/Salomé se muestra desnuda ante nosotros y… vaya, vaya… lo que parecía una chica es en realidad una muñeca hinchable. Y, como espectadores, no podemos evitar la misma sensación de engaño que un niño a quien le han dado un regalo primorosamente envuelto sólo para abrirlo y ver que la caja está vacía.

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