Uno más uno no son dos
Por
Carlos Leal
Cuando era más joven, recuerdo una época en la que las secuelas eran una rara avis en nuestros cines. "Segundas partes nunca fueron buenas" se decía por entonces, y ni siquiera películas abiertamente comerciales como Dirty Dancing o Los Goonies se rebajaban a explotar su éxito mediante secuelas, algo que quedaba reservado a subproductos como Robocop, Cortocircuito o Depredador. Pero hoy las cosas han cambiado, Diego Luna mueve las caderas a ritmo de samba en Dirty Dancing 2 y, mientras esperamos impacientes que se estrene Goonies never say die (es un decir), el título de taquillazo del verano se lo disputan Shrek 2, Harry Potter y el prisionero de Azkaban, Kill Bill vol. 2 y este Spider-man 2 de Sam Raimi.
La nueva entrega de las aventuras del hombre araña llega a nuestras pantallas apenas dos años después de que su predecesora recaudara la friolera de cuatrocientos millones de dólares sólo en Estados Unidos, una cantidad suficiente para rodar cien veces una película como Lost in Traslation. Sin embargo, las matemáticas de Hollywood siguen una lógica diferente, y por eso los productores han decidido aumentar el presupuesto de esta secuela hasta los doscientos millones de dólares y aún así se están haciendo de oro.
Claro que un gran poder conlleva una gran responsabilidad, y por eso cabría exigirle a Sam Raimi que la nueva entrega prolongara al menos los logros de Spider-man, una cinta de aventuras muy entretenida y con un envoltorio visual perfecto. Sin embargo, el engranaje que tan bien funcionó en el año 2002 se resiente ahora ante la presión de haber tenido que poner en pie en sólo dos años una producción de estas dimensiones. De hecho, los problemas de Spider-man 2 comienzan por el guión, escrito en sucesivas fases por los dos creadores de Shanghai Kid, el novelista de Jóvenes prodigiosos y el veterano guionista Alvin Sargent (Infiel), y que ni siquiera estaba cerrado cuando comenzó el rodaje. Así, la película combina secuencias interesantes y bien resueltas con arritmias incomprensibles, y el conflicto fundamental entre los deseos y las obligaciones del hombre araña está presentado de forma algo torpe y repetitiva y resuelto con una candidez sonrojante.
Así las cosas, el interés de Spider-man 2 queda supeditado a algún chispazo de ingenio bien en el guión, bien en la realización de Sam Raimi, fuertemente anclada en la serie B y llena de citas cinéfilas a filmes tan dispares como King Kong, Superman o Posesión infernal. En definitiva, un balance un tanto pobre para una película construida a la sombra de su predecesora, que nunca logra remontar el vuelo.
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