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Moon

Título

 Moon

Título original
Moon
Dirección
Duncan Jones
Intérpretes
Matt Berry
Robin Chalk
Dominique McElligott
Sam Rockwell
Kaya Scodelario
Año
2009
Guión
Duncan Jones
Nathan Parker

 

Imperfecta, brillante

Por José David Cáceres

La estimulante primera película de Duncan Zowie Jones (n. 1971) entre otras cosas viene a exponer, como otros títulos más o menos recientes, que el cine del siglo XXI no se circunscribe solamente a la superación tecnológica del medido, con la sustitución cada vez más extendida del celuloide por el video digital de alta definición cuyas posibilidades y límites se antojan todavía insospechados. Los argumentos se concentran con más ahínco en ofrecer visiones futuras soportadas por hipótesis más o menos plausibles a nivel sociológico, biológico y científico. Naturalmente ha habido periodos en el cinematógrafo (más que la literatura, afín a imaginerías de todo tipo a veces de una dispersión agradable y desconcertante a un tiempo) que convocaron una búsqueda mayoritaria de una cierta verdad, que en ocasiones, a posteriori, ha podido verse desmentida. Pero el caso es que lo más llamativo de esta tendencia actual es que no sucede en exclusiva en los terrenos fantásticos o de la ciencia-ficción, también se inyectan en narraciones digamos comunes que utilizan esas teorías de las “cosas que vendrán” (como diría H.G. Welles) para plantearnos escenarios muy reconocibles que se alteran, por el concurso de aquellas, de una manera decisiva. Que dos de las mejores películas proyectadas en la sección oficial de Sitges09, la que nos ocupa, ganadora del premio gordo, y TiMER, de Jac Schaeffer (la cual comenté en estas páginas durante las crónicas del festival), se interesen, desde planteamientos bien diferentes, por contar las historias de siempre de manera muy asociada a la actualidad y al concepto que tenemos del futuro inmediato, indica por donde van los tiros.

En un primer vistazo, esto que planteo en TiMER se aprecia rápidamente ya que al tratarse de una comedia romántica absoluta sobresale mucho más la aparición del elemento futuro diferenciador (el brazalete que te puedes implantar para conocer cuanto tiempo te queda para conocer al amor de tu vida), pero del cual y, he aquí el quid, a estas alturas, no nos planteamos en ningún caso su credibilidad, sino sus consecuencias. No obstante, en Moon, cuya historia nos traslada al futuro de lleno al situarse su acción en una Luna convertida en una gran mina que abastece de helio al planeta, el tratamiento nos invita a sentirnos cerca de lo que sucede tanto a nivel interno (el proceso de descubrimiento de los protagonistas) como con la repercusión externa (las lecturas que se extraen de la actividad de la compañía que hay detrás del proyecto), aceptando sin restricciones la aparición de los que he venido en llamar elementos futuros (la clonación, el cambio climático y la necesidad de encontrar recursos adicionales).

Moon tiene mucho que ver, claro, con 2001, una odisea del espacio (1968) de Kubrick, y con las dos adaptaciones del Solaris de Stanislaw Lem, la de Tarkovski (1973) y la de Soderbergh (2002). Es decir, lo mismo que en TiMER, el envoltorio, el género, el subgénero, o como se prefiera, es reconocible, no es novedoso en su base. Lo importante es cómo se adapta a la actualidad, o mejor dicho al concepto que en la actualidad se tiene de lo futuro, arriesgándose además a proponer unas determinadas preguntas (y en ocasiones respuestas) sobre qué podría suceder. ¡Ah!, pero no se trata, en ninguno de los casos, de sermones o advertencias agoreras. Ambas exponen con honestidad una viabilidad y discute abiertamente sobre ella, dejando que el propio espectador participe: hay un admirable ánimo por entretener y hacer reflexionar. Uno de los aspectos más atractivos de Moon es la definición de Gerty, el ordenador madre de la plataforma donde trabaja Sam Bell (estupendo Sam Rockwell: otro premio en Sitges09), el protagonista, que obviamente es un descendiente del HAL9000 inventado por Kubrick: aquí la computadora, con voz de Kevin Spacey (excelente), ayuda siempre a los astronautas al contrario que aquella que se aferraba a los protocolos de seguridad y al éxito de la misión por encima de las vidas humanas, lo que propiciaba su desconexión, su muerte, tan recordada por la mayoría de aficionados. Es un cambio muy interesante, consecuente (más allá de otras cuestiones sobre cómo accionar una inteligencia y conocimiento artificial que requerirían un análisis demasiado extenso) con una línea de pensamiento expansiva que busca más la comprensión mutua y los triunfos pequeños, que la consecución de logros maximalistas: Moon pretende entender el momento, corregirlo, mejorarlo, 2001 es un film que trata de alcanzar el final de todo para sortearlo y volver a empezar. Ambas hablan de la existencia, pero a la primera no le importa tanto el final como que el camino en sí mismo tenga un sentido real. Se complementan o se contradicen, pero no tienen porque excluirse mutuamente.

Descubriendo en seguida que el Sam Bell que introduce el relato es un clon e incorporando el siguiente (el que ha de sustituirlo) a la acción, haciendo que ambos convivan juntos, el realizador nos alerta sobre su intención de hacernos ver el proceso de aceptación y su resolución. La disposición estructural, en apariencia elemental, está muy bien puesta en imágenes, sonido y música (¡Clint Mansell eres muy grande!, por qué no ganaste en Sitges es producto de un desproporcionado desconocimiento del jurado o, más probable, de deprimentes debes del festival): los planos repetidos, duales, de uno y otro (procedimiento muy del gusto, por cierto, de Kubrick), utilizando las diferentes herramientas de la base, saliendo a la superficie lunar en dos vehículos similares para explorar sendos extremos de las instalaciones, o escuchando los mensajes de la que creen es su esposa. Film interactivo, imperfecto, brillante (incluso en el en un primer momento desconcertante audio de un noticiero que se escucha en el epílogo, que profundiza más aún en el componente sociológico y político), Moon es un film memorable.

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