Cine animado y con conciencia
               Por 
                Penélope Coronado
Por 
                Penélope Coronado
              Precedida por 
el éxito obtenido por el cómic del mismo título, la película 
Persépolis –Premio del Jurado del Festival de Cannes y filme seleccionado 
por la Francia para los Oscar– adapta al celuloide la obra gráfica 
y autobiográfica de Marjane Satrapi.  
Siguiendo la senda contestataria y crítica de Mafalda –el personaje de Satrapi 
también habla con Dios, en ocasiones con un singular parecido a Karl 
Marx–, la protagonista del filme narra su punto de vista respecto de 
la historia reciente de Irán, desde que en 1979 se acaba con 
más de cincuenta años de reinado del Sha de Persia y se da 
paso al régimen de los Ayatolahs.  
La realidad histórica de este país se convierte en trasfondo en el que transcurren 
los acontecimientos en la vida de Marjane, una niña educada a la manera 
occidental para la cual las atrocidades sociales, la desigualdad de las mujeres, las purgas y la censura llevada al absurdo (quizás lo más hilarante del filme sea ese mercado negro con discos 
de ABBA y Iron Maiden) son intolerables; de ahí el tono de constante perplejidad que tiene la película, el asombro de una niña que mira y transmite lo visto desde su punto de 
vista infantil. El blanco y negro, los contornos de la imagen gráfica 
que parece como serigrafiada, contribuyen también a crear este tono 
naíf.
La insostenibilidad de esta situación –constante falta de libertad, imposibilidad de 
disentir– obligará a la Marjane ya adolescente a marcharse de su país natal. Se inicia entonces su aventura austriaca, su contacto desigual con la sociedad europea –el filme condensa así varios de los volúmenes del cómic–; desde entonces la protagonista no podrá remediar sentirse exiliada, incluso cuando regrese a su país.
 
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