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Last Days

Título

 Last Days

Título original
Last Days
Dirección
Gus Van Sant
Intérpretes
Michael Pitt
Lukas Haas
Asia Argento
Scott Patrick Green
Nicole Vicius
Año
2005
Guión
Gus Van Sant

 

Muerte de un cadáver

Por Carlos Aguilar Sambricio

Kurt Cobain pertenecía al mundo de la música. Era una estrella de rock. Adorado por millones de fans. Estandarte e icono de una moda cultural. En la cúspide del éxito, se suicida. “Me odio a mí mismo y quiero morir”.Año 1994.

Año 2005. Gus van Sant, que había conocido fugaz pero personalmente al cantante, estrena una película sobre sus últimos y misteriosos días. El protagonista se llama Blake y en realidad no es un biopic.

El fan de Nirvana entrará en la sala de cine seducido por la atracción del planteamiento argumental, por la morbosa posibilidad que el cine le otorga de espiar póstumamente lo que su ídolo hizo antes de matarse.

Pero Gus van Sant no es Mel Gibson. Ni Last Days es La pasión de Cristo. Ni siquiera Blake es Jesucristo, aunque durante la película haya escenas donde se establezca tal paralelismo.

El espectador no ha pagado para ver a un tipo deambular por el bosque. No ha salido de su casa para oír las murmuraciones de una persona cuasi-autista. No se ha vuelto a escuchar sus viejos cds para ver a un andrajoso darse un baño y hacer un fuego. Ha ido para encontrar respuestas.

Y si hay algo que une Last Days a Elephant es su oposición absoluta a la explicación de los hechos. Éstas y la menos conseguida Gerry se basan en tres episodios trágicos acaecidos en Estados Unidos. El título que dio pie a su ‘pintura’ de la matanza de Columbine alude a la imagen de un elefante en una pequeña habitación donde cada una de las personas que lo acompañan es incapaz de ver más que una mínima parte, es incapaz de ver el todo, de saber lo que es, de entender el problema.

Bajo esta premisa, Van Sant contruyó brillantemente esa película y, de manera parecida, vuelve a indagar un hecho inexplicable con acierto, distancia y meticulosidad mediante una estructura fragmentada, articulada a base de escenas superficiales, mínimas, que no significan nada por sí mismas, pero que forman parte de un gran puzzle.

El postulado académico de Hollywood establece que el conflicto es la base del drama. Aquí ni hay conflicto ni hay drama aparentes. Una casa en el bosque es el escenario donde alguien ha escapado de la presión de la sociedad. Un reducto apartado del mundanal glamour de la fama donde, agonizante, un zombie ejerce sus últimas voluntades libertarias.

En este limbo, la visión de Van Sant sobre Cobain rechaza la comunicación con el mundo exterior, habitado por sanguijuelas que tan pronto le reclaman una gira mundial como le intentan vender un espacio de publicidad para las Páginas Amarillas. Y mientras, ausente, Blake dialoga consigo mismo.

¿Y qué dice? ¿Pero al final por qué lo hace? No lo sabemos y la labor del artista no es jugar a ser psicoanalista. Para eso ya está la prensa.

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