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Los crímenes de Oxford

Título

 Los crímenes de Oxford

Título original
The Oxford Murders
Dirección
Álex de la Iglesia
Intérpretes
Elijah Wood
John Hurt
Leonor Watling
Julie Cox
Burn Gorman
Año
2008
Guión
Jorge Guerricaechevarría
Álex de la Iglesia

 

La inutilidad de los números

Por Covadonga de la Cuesta

Ya fuera de los límites de la pantalla, durante el camino de vuelta a casa tras Los crímenes de Oxford (2008), uno permanece cavilando sobre la gratuidad de ciertos elementos, sobre la excesiva deuda con el material literario del que procede –incluso no habiendo leído la novela de Guillermo Martínez- y sobre sus fatídicas consecuencias: un “filme de misterio” cuyos misterios apenas nos involucran. Quizá tan sólo la idea de los títulos de crédito es capaz de plasmar con ingenio el tema de la intangibilidad y fugacidad de la verdad en lo real: una pizarra móvil con infinitos números y signos, infinita.

Los crímenes de Oxford queda sepultada bajo dos tipos de secuencias. En primer lugar, bajo aquéllas concebidas únicamente para servir a las palabras, secuencias por tanto más estáticas que las segundas -salvo por la rapidez con la que se sucede el subtitulado en la parte inferior de la pantalla- donde los protagonistas, un profesor y un alumno aventajado, exhiben argumentos tratando de esclarecer las apariencias, hallar verdades, destapar la realidad. Wittgenstein, Pitágoras, Parménides, Heisenberg… invitados a una fiesta verborreica. Por otro lado, aquellas secuencias en las que el diseño de producción quiere coronarse como rey de Oxford y entonces las virguerías espectaculares de la cámara por estancias o calles igualmente espectaculares monopolizan el primer plano. La secuencia inicial anticipa como carta de presentación que la puesta en escena tan sólo va a tener una función ilustradora, complementaria o enfática de lo que las palabras nos están queriendo decir. Ese comienzo en el campo de batalla solamente sirve de herramienta de apoyo para representar con vehemencia una explicación del afamado profesor de lógica Arthur Seldom. Hay otras tantas secuencias, más al final del filme, que buscan a Hitchcock desesperadamente en unas escaleras y en una azotea mientras se celebra un pomposo concierto con asistentes disfrazados. No dudamos de lo costoso que habrá sido el diseño de producción ni del grueso del presupuesto, pero el conjunto resulta inestable, frágil y anodino. Qué decir de la secuencia de Watling en mandil y “en” spaghettis

De la Iglesia categoriza el filme como “thriller al estilo clásico”, pero no acaba de coger el tren, ni un ritmo de marcha adecuado. Los crímenes de Oxford acaba situándose más en el terreno del drama sentimental. Al final, por encima de los enigmas y las series numéricas, prevalece un excesivo peso trágico con una mujer enfrentada a su madre, a sí misma y compungida por no atraer al género opuesto, por un padre que hará todo lo posible porque su hija enferma obtenga un trasplante de pulmones compatibles, por un grupo de niños deficientes a bordo de un autobús en ruta, por una mariposa que acabará dándose cuenta de que ha desencadenado todas las consecuencias.

El último filme de Álex de la Iglesia, cuya personal, contundente y atractiva huella resulta en esta segunda incursión internacional difícil de rastrear, no sabe si confiar en las palabras o en las imágenes cuando quizá hubiera sido más acertado seguir confiando en las palabras y en las imágenes.

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