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Seabiscuit

Título

 Seabiscuit

Título original
Seabiscuit
Dirección
Gary Ross
Intérpretes
David McCullough
Jeff Bridges
Paul Vincent O'Connor
Chris Cooper
Michael Ensign
Año
2003
Guión
Laura Hillenbrand
Gary Ross

 

Nacidos para perder

Por Carlos Leal

Seabiscuit era un pura sangre demasiado pequeño para triunfar en las carreras, y cojeaba ligeramente de una de sus patas. Por el contrario, su jockey era demasiado grande y pesado, y no veía bien por el ojo derecho. Su entrenador prefería las planicies del ya-no-tan-salvaje Oeste a las modernas técnicas de crianza y adiestramiento, y su propietario era un vendedor de coches venido a más que no sabía demasiado sobre el deporte. Y, sin embargo, juntos formaban el equipo más formidable que ha conocido la historia de las carreras de caballos en Estados Unidos.

Al igual que el caballo del cual toma su nombre, Seabiscuit, más allá de la leyenda es una película que engaña a primera vista. En apariencia, sigue a rajatabla la estructura y las convenciones del cine sobre deportes: unos comienzos duros y poco prometedores, un proceso de entrenamiento lleno de sacrificios, una mejoría progresiva y una competición final en la que se cifran todos los sueños y aspiraciones de nuestros protagonistas. Y, sin embargo, por debajo esconde mucho más.

Seabiscuit conmueve y convence porque hunde sus raíces en uno de los mitos fundacionales de la cultura estadounidense, el del “sueño americano”, ese que ofrece una segunda oportunidad a los caballos pequeñajos y a los jockeys grandullones, a los nacidos para perder. Al igual que en las grandes películas de Capra, lo esencial aquí es el proceso de regeneración individual (la del propio Seabiscuit y sus tres adiestradores, cada uno con su colección de traumas detrás) y colectiva; la historia del caballo corre paralela a la de millones de estadounidenses empobrecidos por la Gran Depresión, que encuentran en sus improbables victorias un motivo de esperanza y orgullo en los tiempos difíciles. En una de las secuencias más logradas del filme, la acción deja a Seabiscuit a su suerte en su trascendental mano a mano contra el mítico pura sangre Black General para seguir la carrera junto a los norteamericanos de a pie, que dejaron a un lado masivamente sus trabajos para arremolinarse en torno a los transistores.

Destacan sobre el conjunto en esta interesante película las interpretaciones llenas de matices de Tobey Maguire, Jeff Bridges y Chris Cooper, en un papel que recuerda bastante al de Adaptation, que hace un año le proporcionó un Oscar al Mejor actor secundario. Y, por supuesto, la dirección de Gary Ross, que tras la preciosista Pleasantville se confirma como uno de los realizadores con más proyección de la industria de Hollywood. Por qué Seabiscuit está nominada al Oscar a la Mejor película y Gary Ross no compite por el premio al Mejor director es un misterio más de los que rodean a los premios de la Academia.

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