La sagrada familia

Por Carlos Leal

En la primera escena de Los Simpson. La película, la familia visita un multicines para ver un largometraje animado de Rasca y Pica, y Homer se pregunta en voz alta: "¿Por qué pagamos por ver en la pantalla grande algo que echan gratis por la tele?". Y, aunque lo parezca, no es sólo un (gran) chiste autorreferencial, sino que a su modo el bueno de Homer está enunciando el "motivo" que guía este primer largometraje animado de la familia Simpson.

¿Quién pagaría seis euros (dólares, rublos, etc.) por ver un largometraje animado protagonizado por unos personajes que llevan casi veinte años en antena?, seguramente se preguntaron Matt Groening, David Silverman, James L. Brooks y los ejecutivos de la Fox. Y la respuesta cayó por su peso: pues los fans, los mismos que se han comprado los DVDs de las dieciocho temporadas con audiocomentarios de los autores, los mismos que recitan de memoria las mejores frases de Homer Simpson, los mismos que año tras año convierten a las reposiciones de Antena 3 al mediodía en uno de los programas más vistos del día.

Y este es sin duda el gran pero que se puede poner a Los Simpson. La película, su evidentísima vocación de producto para fans. Siguiendo la máxima de la película de "South Park" (más grande, más largo y sin cortes), los Simpson se embarcan en un acelerado tour de force en el que encuentran un hueco para todos los personajes secundarios, los guiños cómplices y los chistes privados que la han convertido en la serie de televisión animada más exitosa de la historia.

Más allá de algún que otro alarde formal -el trailer no mentía cuando hablaba del espectacular 2D-, lo cierto es que la película encaja a la perfección en el modelo de un capítulo doble de la serie. Con dos tramas paralelas (una en la que Homer destruye accidentalmente Springfield y otra en la que Bart sopesa unirse al clan Flanders), la película tiene un comienzo brillante, pero poco a poco se va desinflando conforme se hace evidente que los argumentos deliciosamente absurdos de "Los Simpson" funcionan mejor en un formato televisivo de 22 minutos que en un largometraje de casi una hora y media.

Con todo, no sería justo pasar por alto las muchas virtudes de la película. Incluso a medio gas, los Simpson ofrecen una de las comedias más divertidas que se han visto en lo que va de año, con un buen puñado de escenas hilarantes, y su larga parodia de las superproducciones veraniegas de Hollywood (no sólo ellas, incluso el documental de Al Gore Una verdad incómoda se lleva lo suyo) es inteligente y certera.

Sin embargo, de alguna forma el filme termina dejando un regusto insatisfactorio. Y es que uno aún recuerda cuando se estrenaron "Los Simpson" en España, y Televisión Española apenas se atrevía a poner los episodios por La 2 a las doce de la noche. Y del mismo modo que es evidente que esos pocos episodios transformaron profundamente la historia de la televisión (mucho más que los burdos Beavis & Butthead, South Park y tantos otros que han venido después), igualmente notorio es que este largometraje no aporta nada nuevo no ya al cine de animación, sino incluso al propio universo de "Los Simpson". Y si cada semana pasan un nuevo capítulo, igual de brillante o más, en televisión, pues, como dice Homer, ¿qué aporta ir al cine?

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