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Caótica Ana

Título

 Caótica Ana

Título original
Caótica Ana
Dirección
Julio Medem
Intérpretes
Manuela Vellés
Charlotte Rampling
Bebe
Nicolas Cazalé
Asier Newman
Año
2007
Guión
Julio Medem

 

El vuelo de Ana

Por Carlos Aguilar Sambricio

Medem ha vuelto a la ficción. Ésa que dejó aparcada en 2001 con Lucía y el sexo, abandonando el éxito internacional para internarse en una tortuosa aventura hacia los anhelos y temores de las identidades de los pueblos. Repuesto de la experiencia, cabría haber esperado una película asequible, apostando a lo seguro para reconciliarse con su público. Pero el guipuzcoano ha preferido la incertidumbre. Caótica Ana es, así, su película más arriesgada.

El cine de Medem ha tenido siempre una pátina espesa de inocencia, una dulce ingenuidad con la que nos transportaba a mundos entre lo mágico y lo real. Muchas veces se ha apelado en la crítica a un componente surrealista aunque éste, creo, nunca ha estado presente (aquí tampoco). Al contrario, su interés por la realidad y su sensibilidad a la hora de percibirla son las razones de su cine vivo y sensorial.

Caótica Ana es un ambicioso paso dado por el cineasta para destacar la individualidad en el conjunto, para ordenar la interdimensionalidad de la vida humana, para encontrar una salida en el caos.

El desconcierto hace presencia a lo largo de toda la película. Su barroquismo e inconexión provocan una extraña sensación de indefensión, que sólo se ve compensada por una poderosa sucesión de imágenes que buscan en el espectador la misma hipnosis a la que se ve expuesta la protagonista.

Hasta ahora siempre me había parecido que el cine de Medem era partidario de la sencillez. Un río tranquilo. Aquí es un torrente que tiende al exceso. Por momentos pensé en Inland Empire de David Lynch, no por asociación estilística sino porque ambos directores han llevado su carrera a un punto parecido donde llevar sus marcas artísticas al estado original, sin sentir necesario el pulido de su trabajo, de sus respectivas piedras preciosas.

La película triunfa en construir el viaje. La estructura secuencial ayuda a intensificar el mismo, a que a cada poderosa imagen, a cada viento brioso penetre en nuestros cerebros para guiarnos en un sueño. Un sueño como los que Ana, personaje asombroso y estupendamente interpretado por la prometedora Manuela Vellés, no tiene y desea.

La película fracasa en materializar el caos. Desbocado, Medem ha decidido hacer un ‘aún más difícil’ y se ha dedicado a agarrar diferentes temas social-políticos y ha articulado un discurso facilón y maniqueo en torno a conflictos bélicos, a cuestiones de evolución antropológica, a argumentos de la izquierda bienpensante y a un misticismo fuera de lugar.

Todo ello desemboca en una desafortunada recta final, una secuencia para atacar al poder estadounidense que no por creativa deja de ser absurdamente grotesca. Parece sacado del peor Lars von Trier, al que no me extrañaría, ya que modifica el estilo acercándolo al Dogma, que estuviera homenajeando, lo cual también explicaría la similitud de la cuenta atrás de este film con la Europa del danés.

Pero merece la pena el viaje de Ana. A diferencia del de Alicia, es una odisea histórica no a las maravillas sino a las desgracias de la humanidad. No obstante, la vitalidad y alegría de su carácter la rescatarán de su perdición y nosotros la seguiremos con gusto en su búsqueda de una puerta abierta.

Cruzado el abismo, abandonado el caos, Ana y su sueño emprenderán el vuelo.

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