Uma Thurman
La musa de lo políticamente incorrecto
Antonio Ruiz Valdivia -
Hay actrices que tienen el don de enamorar a la cámara, Uma Thurman
simplemente la devora. Ninguna compañera desea tenerla en el mismo plano, Uma
siempre gana. A los quince años abandonó Boston con el sueño de hacerse un hueco
en el mundo fashionista neoyorquino y al poco tiempo se convirtió en una
cotizada modelo, faceta que aún cultiva al ser el rostro de la empresa de
cosméticos Lancome. Sus ojos azules pedían a gritos una oportunidad en la gran
pantalla, Terry Gilliam fue el primer director con renombre que requirió su
presencia en Las aventuras del barón Munchausen tras su
debut con 18 años en Kiss daddy goodnight.
Sus 183 centímetros de altura nunca han pasado desapercibidos y ceñida
hasta la extenuación, bajo la rigidez de un corsé, se presentó en Las
amistades peligrosas, junto a Glen Close y John Malkovich bordó una
de sus mejores interpretaciones y Hollywood empezó a vislumbrar las
posibilidades de aquella principiante. Posteriormente encadenó una serie de
proyectos que ni fueron grandes éxitos de taquilla ni gozaron del favor de la
crítica como Henry & June o La chica del
gángster.
En 1994 Cannes supuso su pistoletazo de salida hacia el olimpo de las
grandes estrellas mundiales gracias a la presentación de Pulp
Fiction, su unión artística con Quentin Tarantino le proporcionó una
nominación a los Óscar como actriz de reparto y su imagen fue portada de las
revistas más prestigiosas del planeta. Su rol de Mia Wallace con su
inconfundible flequillo moreno, bailando al ritmo de Chuck Berry frente a John
Travolta se ha convertido en una de las secuencias de culto del celuloide de la
pasada década.
Dispuesta a no encasillarse se sumergió en papeles muy diferentes,
desde su encarnación de Poison Ivy en el blockbuster Batman &
Robin hasta su incursión en el circuito indie con Beautiful
Girls del fallecido Ted Demme. Probó suerte en el terreno de las
comedias románticas junto a Jeanne Garofalo en La verdad sobre perros
y gatos, compartió pantalla con Ralph Fiennes en la desafortunada
versión cinematográfica de Los Vengadores y recibió la
llamada de Woody Allen para dar vida a una pérfida dama en Acordes y
desacuerdos.
Y ahora vuelve a cruzarse con el excéntrico y genial director Quentin
Tarantino quien le ha ofrecido un papel de quitarse el sombrero, La Novia, con
una katana en mano y un mono amarillo Thurman pone rostro a la venganza.
Kill Bill Vol.1 funcionó estupendamente tanto en taquilla
como en los paneles de crítica, la segunda parte ha superado en elogios a la
primera en su estreno en Estados Unidos, ahora le toca el turno al público de
nuestro país. Este cocktail entre spaghetti western y largometraje de yakuza se
ha erigido como la plataforma idónea para que demuestre su pontencialidad en el
mundo de la interpretación. Sólo nos queda exclamar… ¡larga vida a la reina!
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