John Malkovich
Una estrella independiente
Carlos Leal -
"Cuando vi por primera vez el guión, el título me pareció un chiste de una línea; después descubrí que era un chiste de cien páginas". El que así habla es John Malkovich, y el guión al que se refiere no es otro que el de Cómo ser John Malkovich, filme en el que John Cusack y Cameron Díaz se hacen temporalmente con los mandos de este gran actor, controlando sus actos. Sin embargo, en la realidad nadie ha guiado nunca los pasos de John Malkovich, porque él siempre ha tenido muy claras sus propias decisiones. Así, ha combinado las grandes producciones con las películas minoritarias, el cine estadounidense con el europeo, los papeles principales con los secundarios. Todo ello trabajando con los mejores directores del cine actual y sin perder un ápice de popularidad y prestigio. Al fin y al cabo, ¿qué actor no querría estar en la piel de John Malkovich?
El actor estadounidense comenzó a despuntar en el mundo del teatro a principios de los 80 gracias a dos obras: True West, de Sam Sheppard, por la que estuvo nominado a los prestigiosos Tonys, y La muerte de un viajante, junto a Dustin Hoffman, que supuso un inmenso éxito en Broadway y fue filmado posteriormente por Volker Schlöndorff en la que es la versión cinematográfica más popular del drama de Arthur Miller.
Con esos precedentes, era sólo cuestión de tiempo que el cine se fijara en él. La oportunidad le llegó por partida doble en 1984, cuando participó en Los campos del infierno, de Roland Joffe, y En un lugar del corazón, de Robert Benton, que le valió una nominación al Oscar al mejor actor secundario. En todo caso, hasta cuatro años después el público apenas reparó en él. En 1988 interpretó al vizconde de Valmont en Las amistades peligrosas, de Stephen Frears, junto a Michelle Pfeifer, Glenn Close y unos jovencísimos Keanu Reeves y Uma Thurman. Este papel, escrito casi a su medida dos siglos atrás por Choderlos de Laclos, le hizo enormemente popular en todo el mundo y le permitió escoger mejor sus trabajos.
De este modo, John Malkovich empezó a trabajar con algunos de los más prestigiosos directores del cine mundial. Así, ha estado a las órdenes, entre otros, de Steven Spielberg en El imperio del sol, de Bernardo Bertolucci en El cielo protector, de Michelangelo Antonioni y Wim Wenders en Más allá de las nubes, de Woody Allen en Sombras y niebla, de Manoel de Oliveira en El convento y Vuelvo a casa y de Clint Eastwood en En la línea de fuego, en un papel de psicópata que le proporcionó su segunda nominación a los Oscar. Al mismo tiempo, no ha descuidado los papeles "alimenticios", y así se le ha visto también en películas comerciales como Con Air, Rounders, Jennifer 8 o Mary Reilly. Incluso se ha permitido alguna escapada al mundo del teatro, para protagonizar, por ejemplo, States of shock, de Sam Shepard.
Una trayectoria, en definitiva, tremendamente independiente que le convierte en un actor singular en el panorama cinematográfico actual, tan propenso a encasillar a sus estrellas en unos roles determinados. Ahora, John Malkovich regresa a nuestras pantallas con Una película hablada, su tercera colaboración con el portugués Manoel de Oliveira, que se estrenó en España el pasado 28 de mayo.
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