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El destino Por Javier Miranda
En este panorama de ignorancia general, el que Chahine sea el más conocido cineasta árabe -al menos, antes de la nueva ola que supuso Kiarostami y compañía- no es mucho consuelo. Su obra es una completa desconocida en nuestro país, a pesar de tener más de 30 filmes en su haber. Paradójicamente, el cineasta se formó como actor y director en Estados Unidos. Su primer film data de 1950 y ha rodado películas muy bien consideradas como Bab al-Hadid (1958) o Al-ard (1968), además de An-Nasir Salah ad-Din (1963), sobre la legendaria figura de Saladino, en claro paralelismo con el régimen nasserista. Su film de 1997 El destino si tuvo distribución entre nosotros, debido a la presencia de capital francés y a ganar el premio especial del cincuentenario del Festival de Cannes. Surge como respuesta a los ataques que por parte de los fundamentalistas islámicos recibió su anterior film, El emigrante, al presentar en la pantalla la figura del profeta José, violando las prescripciones del Corán. Por ello, El destino es un canto a al tolerancia. El filósofo Averroes desarrolla su actividad intelectual en el An-Andalus del siglo XII, época en que conviven las tres religiones. El Califa le nombra juez supremo, pero el carácter liberal de sus sentencias incomodan a los más integristas, que consiguen hacerse con la suya y atacar al filósofo. Chahine usa para esta historia una estructura muy suelta, con números musicales. Pero puede que ahora El destino tenga una lectura más dolorida que no se adivinaba cuando fue rodada. Ahora que el choque de civilizaciones parece inevitable tras los atentados del 11-S, recordar una época donde fue posible la convivencia pacífica entre etnias y credos distintos, y que encima tuviese lugar en nuestra Andalucía, puede ser un acto de pura nostalgia. |