Título:
City Girl

Director:
F. W. Murnau

Intérpretes:
Charles Farrel, Mary Duncan

País y año:
Estados Unidos. 1929

Fecha y lugar:
16 de diciembre. Pabellón de Uruguay.
17:30 y 20:00.
Entrada con invitación gratuita.

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City Girl

Por Fernando H. Rodrigo

City Girl (también Our Daily Bread) fue la tercera película que Murnau rodó en Hollywood. Yla última. Aquel fulgurante recibimiento de William Fox en 1926, con el absoluto control creativo que daría lugar a Amanecer (S u n r i s e, 1927), no tuvo continuidad. Tras el relativo fracaso de este film, sobrevino la lucha entre autoría e industria que por entonces también mermaba a otros directores europeos en Estados Unidos (Sjostrom, Flaherty, Stroheim). Las limitaciones impuestas a City Girl por el estudio afectaron probablemente a la solvencia técnica, requerida para esa expresividad de la cámara tan perseguida por Murnau. Limitaciones que acabaron con su abandono: es muy posible que el estudio se hiciera cargo de, al menos, parte del montaje, además del final, añadido.

Lem (Charles Farrell), hijo de un granjero, acude a la ciudad a realizar la venta de la cosecha. Allí se enamora de una camarera, Kate (Mary Duncan), y se casan. De vuelta a la granja, los modos modernos de Kate chocan con ese padre representante de un orden tradicional y religioso. El argumento reposa sobre ese contraste entre vida rural y vida urbana, ya visto en Amanecer. El retrato del mundo urbano resalta la impersonalidad; la ciudad como amenazante masa. Y unos momentos (casi líricos) de los enamorados en un campo de trigo parecerían indicar que es el otro extremo, la vida cercana a la naturaleza, el defendido. Pero la sociedad “primitiva” posee también sus contrapartidas oscuras .

Como alemán, Murnau es particularmente consciente de cómo en aquellos años se hacían patentes las primeras contradicciones en los “valores” de la civilización moderna. Como director, es testigo de una faceta de esa imparable modernidad: el incipiente paso del cine mudo al sonoro. Sin embargo, la solución no es una vuelta atrás. El director no es insensible a que ese “antiguo orden” implica una naturaleza cruel (la tormenta que azota la granja del padre de Lem) y un sometimiento a creencias religiosas arcaicas. En Tabú (idm.,1931), los colonos, representantes de la modernidad, se contraponen al lirismo de las costumbres de los nativos, si bien son éstas las que condenan al sacrificio a la joven protagonista. No es baladí la comparación: en City Girl también una mujer, Kate, es atacada por los valores “antiguos”.

Todo ello sin olvidar el acceso a lo subjetivo, esencial en el expresionismo. La ciudad la vemos y sentimos desde Lem, el granjero recién llegado, y la vida rural, desde Kate, la chica de ciudad. Se requiere a los personajes y su vivencia subjetiva de esos contextos, fuerza superior e incontrolable a la que se oponen: Murnau gusta de la tragedia. Y en City Girl, además, son protagonistas de una historia de amor. Tal vez esto, el amor, sea la solución (¿dialéctica?) a la diatriba entre ambas sociedades, y así hay que interpretar aquellos planos de los amantes entre la naturaleza. O puede que lo trágico de que dicha lucha impida el amor ponga a ésta de manifiesto para cuestionarla. Lo seguro es que esa concreción en personajes cotidianos de un conflicto (social, histórico) es lo que hace que estos films sobrevivan al tiempo. Y eso más allá de Kracauer y sus conclusiones, o de una Historia de la Humanidad que, desgraciadamente, tardaría poco en probar que la razón / modernidad era un sueño que creaba monstruos.