Título:
Amanecer

Director:
F. W. Murnau

Intérpretes:
George O’Brien, Janet Gaynor

País y año:
Estados Unidos. 1927

Fecha y lugar:
2 de diciembre. Pabellón de Uruguay.
17:30 y 20:00.
Entrada con invitación gratuita.

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Amanecer

Por Juan Antonio Bermúdez

Si alguien entiende todavía el cine mudo como una etapa inmadura, como escala rudimentaria de un arte que sólo alcanzará su plenitud con el sonido, debe ver o revisar esta canción de dos seres humanos. En 1927, Murnau recogía ya una fecunda cosecha de exploración estética. Amanecer es una de las cumbres de ese arte silencioso que apura la potencia de la imagen sin verbo para narrar sobre la herencia literaria del folletín romántico, aunque contagiado también por las vanguardias plásticas y orientado hacia el hallazgo de lo específico cinematográfico.

Esta primera ganadora del Óscar a la Mejor Película (también obtuvo los galardones a la Mejor Fotografía y a la Mejor Interpretación Femenina, para Janet Gaymor) es la historia de un hombre que se debate entre la costumbre y la sorpresa; un granjero atrapado entre dos estereotipos femeninos afilados hasta lo grotesco, entre la abnegada esposa y la “mujer de la ciudad” (tentadora, exótica, fatal).

Más allá, la primera obra hollywoodiense de Murnau es la reflexión sobre un cambio de época del que el mismo cine estaba siendo actor y motor fundamental. La compasiva leyenda de un ser humano atribulado ante los conflictos universales entre el deber y el querer, entre la certeza inmovilista de la naturaleza y la fascinación efímera de la civilización. Una peripecia misógina, en su origen, tan propia del homofílico Murnau, tan impuesta por la estricta represión moral, que sin embargo no pasa de simple anécdota ante el deslumbrante planteamiento estético, síntesis inédita del expresionismo y del realismo, las dos corrientes cinematográficas más trascendentes del momento.

Murnau, que solía ambientar sus rodajes con música en directo con el fin de crear un clima psicológico adecuado a los actores, concibió Amanecer como una sinfonía, como una canción (y lo dejó muy claro en el subtítulo), apoyada además en un estricto acompañamiento musical que debía remarcar la estructura dramática del filme.

Ese ritmo progresivo, exacto hacia el suspense y la emoción, los innovadores recursos fotográficos de Charles Rosher y Karl Strüss (con un avanzadísimo uso de las transparencias) y el empleo subjetivo de la cámara, la luz y los espacios hacen de Amanecer un filme moderno al que desde luego no se le puede señalar carencia alguna que proceda de los límites técnicos. Lo demás es silencio.