Texto: David Montero
Fotos: Archivo

 


 

 



La elegancia rebelde

Sidney Poitier recibió un Óscar a toda su carrera en una ceremonia marcada por el éxito de los intérpretes afroamericanos

Sidney Poitier con sus dos OscarsUn buen termometro para saber la imagen que la sociedad norteamericana tiene de los personajes de Hollywood son las series de animación. Primero, con cierto respeto en "Los Simpsons", y más tarde con absoluta desverguenza en "South Park", buena parte de la constelación de estrellas de la gran pantalla se han visto ridiculizadas con mayor o menor saña, pero con inevitable mala leche. Así, los Baldwin son pesados y egocéntricos, Winona Ryder está loca de atar, Bill Gates no dice más que mentiras y Barbara Streisand..., bueno, de Barbara Streisand mejor no hablar. En uno de los capítulos de su serie "South Park", los gamberros Trey Parker y Matt Stone la transformaron en una mega - villana, dispuesta a destruir el mundo al más puro estilo Godzilla para satisfacer su inagotable ambición. Sólo un antagonista de su nivel podría impedirlo, alguien que todos respetasen ocurriese lo que ocurriese, un mega - héroe más allá del bien y del mal; por ejemplo Sidney Poitier.

Y es que en Estados Unidos el crédito de Sidney Poitier se mantiene intacto a pesar de que desde finales de los ochenta apenas es posible verle en las pantallas de cine o televisión. Pero su historia encarna a la perfección el sueño americano y eso, en el país de las oportunidades, no se olvida. Poitier nació en Norteamerica por accidente; sus padres, unos humildísimos agricultores de las Bahamas, estaban en Miami de visita cuando, antes de tiempo, se presentó el parto, impidiéndoles regresar a la isla. El joven Poitier se crió en los campos de tomates de Cat Island en Bahamas, recibiendo sólo la educación básica y abandonando los estudios con trece años para trabajar con su padre.

En Lilles of the Field, un papel que le valió el ÓscarPor aquel entonces Sidney Poitier no era ni mucho menos un chico ejemplar, sino un muchacho tozudo y rebelde que rozaba con demasiada frecuencia los límites de la delincuencia. Por ello, sus padres tomaron la decisión de enviarle a Miami, con su hermano, buscando un cambio de aires para el chico. Sidney trabajó en varios empleos temporales, e incluso probó el ejército, aunque sólo para averiguar que aquello no era lo suyo. Hasta que fue al teatro. Poco después de ver sus primeras funciones ya preparaba una audición para el American Negro Theatre de Nueva York, donde no superó las pruebas debido a su marcado acento de las Bahamas. A lo largo de los seis meses siguientes se preparó sin descanso y en la siguiente audición fue aceptado.

Hasta ese momento las inquietudes raciales del joven Sidney Poitier no habían salido a la luz, pero, una vez en el mundo del espectáculo comenzó a darse cuenta de que los mejores papeles iban a parar a manos de sus compañeros blancos. Así que, desde que su posición se lo permitió, nunca aceptó un papel que no fuese protagonista. Sus inicios en el cine los marca el filme No Way Out de Joseph L. Mankiewicz donde compartía protagonismo con Richard Widmark. El propio Poitier recuerda en sus memorías que tuvo que engañar a Mankiewicz para obtener el papel: "El quería a alguien mayor, así que le mentí: le dije que tenía 27 cuando en realidad tenía 22".

   

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