Texto: Carlos Leal.
Fotos: Archivo

 

 

 

Un cine a contracorriente

La Filmoteca Española programa un ciclo sobre la Nouvelle Vague, uno de los movimientos más importantes de la historia del cine

De todos los movimientos de renovación que recorrieron las cinematografías europeas a lo largo de los años 60 -el Free Cinema en Gran Bretaña, el Nuevo Cine Alemán surgido a la sombra del Manifiesto de Oberhausen, la Nova Vlnà checa, el Nuovo Cinema italiano...-, ninguno puede presumir de haber tenido la importancia y la repercusión que alcanzó la Nouvelle Vague francesa. Surgida entre 1958 y 1962, esta corriente cinematográfica logró sacudir los principios formales y temáticos del cine francés, renovó las estructuras industriales de producción y proporcionó prestigio internacional a una nueva generación de directores y actores franceses, algunos de los cuales aún hoy siguen en activo.

Portada del primer numero de Cahiers du CinemaLas raíces de la Nouvelle Vague son indisolubles del nacimiento, en abril de 1951, de la revista "Cahiers du Cinéma". Dirigida en sus primeros tiempos por André Bazin, esta publicación logró aglutinar a su alrededor a muchos de los críticos que, años después, se atreverían a ponerse tras la cámara dando forma a la Nouvelle Vague. Entre otros, escribían regularmente en sus páginas Jean Luc-Goddard, François Truffaut, Claude Chabrol, Eric Rohmer y Jacques Rivette.

Todos ellos compartían una formación fundamentalmente cinéfila, adquirida como espectadores de los cine-clubs de la capital francesa. Además, les unía un visceral rechazo hacia la mayor parte del cine que se producía en su país, al que calificaban de anquilosado y apartado de la realidad y dedicaban apelativos poco cariñosos como "cine de qualité" o "cine de papá". Todas estas ideas quedaron plasmadas con meridiana claridad en el artículo de François Truffaut "Una cierta tendencia del cine francés", publicado en 1954, considerado uno de los primeros manifiestos de la Nouvelle Vague.

Al final de la escapadaMás allá de la vertiente crítica, a menudo desproporcionada y excesiva, "Cahiers du Cinéma" proporcionó el caldo de cultivo idóneo para el desarrollo de las ideas que forman la base teórica de la Nouvelle Vague. Entre ellas ocupa un lugar esencial la "política de los autores", principio desarrollado por el propio André Bazin que supone "elegir el factor personal como concepto de referencia en la creación artística". Esta teoría sitúa al director como el responsable último de la película desde el punto de vista creativo, por lo que se prefiere a aquellos cineastas que imprimen su sello con mayor claridad. Siguiendo este criterio, los escritores de "Cahiers du Cinéma" expresaron su admiración por autores como Hitchcock, Ford, Hawks o Ray en Estados Unidos y Bresson, Renoir, Vigo, Becker, Ophüls o Tati en Francia.

Desde el punto de vista cinematográfico, la obra de los miembros de la Nouvelle Vague destaca por su heterogeneidad. "Veo un sólo punto en común entre los jóvenes cineastas: todos juegan con bastante frecuencia al petaco", bromeó incluso François Truffaut. En todo caso, resulta evidente que todos ellos compartían al menos un interés por llevar a la pantalla asuntos más próximos a la realidad social, así como una mayor autoconciencia de la importancia del lenguaje cinematográfico, que se resume en el famoso aforismo de Godard "Un travelling es una cuestión moral".

   

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