Texto: José Manuel Serrano Cueto
Fotos: Archivo

 


 

 


María José Cantudo

"S" oscuro objeto de deseo

Andalucía, tierra de fuerte tradición religiosa, más puritana que ninguna para ciertas cosas, tiene sin embargo el honor de contar entre sus hijas con una jienense de Andújar que formó el taco en los inicios de la Transición. La chica, de unos veintitantos años, tuvo la osadía de enseñar todo su palmito en una película, cosa prohibidísima. Fue el primer desnudo integral del cine español y la desvergonzada, con un nombre tan casto como María Purificación, es, nada más y nada menos, que María José Cantudo (1951). Ésta, ni corta ni perezosa, se despojó de toda su ropa en La trastienda (1975) de Jorge Grau, donde se calentaba un trío formado por la Cantudo, Frederick Stafford y Rossana Schiaffino.

Modelo de pasarela y actriz de fotonovelas, María José Cantudo debutó en el cine con Los días de Cabirio (1971) de Fernando Merino, a la que le siguió El espanto surge de la tumba (1972) de Carlos Aured, cinta de terror a la española con el inefable Paul Naschy. Antes de convertirse en una semi-reina del cine "S" trabajó en películas de indudable ínfima calidad: El asesino no está solo (1973) de Jesús García de Dueñas, Autopsia (1973) de Juan Logar, Las alegres vampiras de Vogel (1973) de Julio Pérez Tabernero, Siete chacales (1974) de José Luis Merino y El último proceso en París (1975) de José Canalejas.

Pero tras lucir sus encantos físicos en La trastienda, el reprimido espectador español salivaba más carne de Cantudo y es que la joven no estaba nada mal. Jorge Grau volvió a contar con ella para El secreto inconfesable de un chico bien (1975) con José Sacristán, pero la película no obtuvo éxito alguno. No obstante, la Cantudo incidió en el "destape" y volvió a mostrar su anatomía en comedietas eróticas como Marcada por los hombres (1976) de José Luis Merino y Las delicias de los verdes años (1976) de Antonio Mercero. En este plan erótico-festivo también apareció en El huerto del francés (1977) de Jacinto Molina y en Las chicas del bingo (1981) de Julián Esteban.

Decidida a internacionalizar su dotes exhibicionistas se embarcó en coproducciones italianas -Pasión (1976) de Tonino Ricci- mexicanas -Las mujeres de Jeremías (1980) de Ramón Fernández- e incluso en una insólita coproducción entre España, Liechtenstein y Grecia, ¡toma ya! -La amante ambiciosa (1982) de Omiros Efstradiadis-. A comienzos de los ochenta, y ya con el declive del "destape" hispano, sólo aparece en media docena de films, algunos de los citados y La vida, el amor y la muerte (1981) de Carlos Puerto, Piernas cruzadas (1982) de Rafael Villaseñor, Inseminación artificial (1982) de Arturo Martínez y Sangre en el Caribe (1983) de Rafael Villaseñor.

A partir de este momento María José Cantudo, objeto de deseo del ibérico postfranquista, se centró de lleno en los musicales y el teatro, consiguiendo cierto éxito como vedette en espectáculos burgueses para pasar el rato. Su filmografía, más bien mediocre, no ha aportado gran cosa al cine español, pero, eso sí, ella pasará a la historia por haber sido la primera en descubrirnos desde una pantalla que la mujer española de entonces también tenía sexo.

   

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