Ficha técnica

 

 


X-Men 2

Mutantes reciclados

Por Pablo Vázquez

A comienzos del siglo veintiuno, Estados Unidos ha conseguido convertir al mundo en un imperio de individuos muy parecidos a los mutantes: los fans. El cine de entretenimiento ha pasado de ser una creación a una adaptación, no encaminada tanto a promover nuevos seguidores como a satisfacer, con extremo cuidado, las duras exigencias de los actuales. Es el principal problema de las series de El señor de los anillos, las nuevas Star wars o las últimas adaptaciones de cómics clásicos (salvando las distancias artísticas): están dirigidas a un público que no quiere sorpresas ni escuchar nada nuevo, sino que le cuenten otra vez una historia que ya se saben; pero eso sí, respetando hasta el más enfermizo detalle en el proceso. No estoy en contra de que se hagan adaptaciones de clásicos que merecen con justicia pasar a la imagen en movimiento, pero dudo que en un panorama semejante sus logros puedan medirse con la emoción y la pasión de las fuentes originales. Esta secuela de X-men confirma estos temores.

Vuelve a firmar Singer, un tipo efectista, moderadamente hábil y (como deja aquí bien claro) discutible narrador, que había dirigido la primera parte con una sorprendente, aunque sólo medianamente emocionante, buena mano y un toque clásico que la convertía en una de las adaptaciones más sólidas realizadas a partir de un cómic. La flauta no suena otra vez y esta secuela, al margen de todos sus intentos de renovación y continuación, no está a la altura. De nuevo los actores, todos, bordan sus papeles y hay momentos, contados (el asalto a la casa de los padres del hombre de hielo, la escena final que invita a una equiparación con la situación política actual por su defensa de la diferencia), que no decepcionarán a los que busquen espectáculo y diversión bien entendida.

Sin embargo, X-men 2 tarda mucho, muchísimo, en arrancar, en plantear las claves de una trama bien urdida pero sobada y sin capacidad de noqueo, y se arrastra a través de una estructura inválida, un montaje las más de las veces confuso y una narrativa en la que el aburrimiento y el tedio asoman en varias ocasiones. Algo imperdonable en el cine de entretenimiento. El balance final es pasable al compararlo con la media del cine de acción actual, pero queda muy lejos de lo que uno sentía leyendo los milimétricos dilemas éticos en relación a Fénix Oscura.

Eso sí, los freaks de los festivales quedarán contentos: se incorporan con cuidado nuevos personajes, la trama respeta las directrices básicas de la serie, cada mutante tiene su momento y su "frase" para lucirse y los personajes actúan según al código de valores originalmente trazados por Stan Lee. No hay ni una mínima salida de tono. En la época de la fiebre de las viñetas cada adolescente elegía la serie que más se adecuara a sus exigencias y gustos personales, porque todas tenían algo que las hacía diferentes y especiales; hoy, tengo la sensación de que no va a haber demasiada diferencia entre esta secuela y los venideros Hulk, Los cuatro fantásticos y La liga de los caballeros maravillosos. Y es que entre Stan Lee y Alan Moore puede haber un abismo, pero Hollywood será siempre Hollywood.

 

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