Torrente 2

Derroche de talento

Por José Antonio Díaz

Después del increíble éxito comercial de Torrente, el brazo tonto de la ley, serán legión los que, como en el caso de Hannibal, por poner un reciente ejemplo de típica segunda parte basada en el éxito de la primera y, por eso mismo, vilipendiada por gran parte de la crítica y del público cinéfilo, se tiren a degüello contra la competencia cinematográfica de su director, Santiago Segura, ya que contra su faceta humorística es imposible. Y legión, por tanto, serán los que no puedan quitarse el velo de los prejuicios puristas y disfrutar del desternillante e inteligente derroche de talento cómico del mejor showman, con El Gran Wyoming (que no por casualidad hace uno de sus estupendos cameos), de este país.

Santiago Segura como TorrenteY es que Torrente 2. Misión en Marbella, título sospechoso donde los haya para levantar ampollas cinéfilas, no se puede entender sin tener en todo momento presente la personalidad de Santiago Segura, quien, como en la primera parte, a través del guión y, en este caso también, de parte de la producción, convierte la pantalla en el in disimulado reflejo de todas sus filias humorísticas. Y siendo, además, como es el personaje que interpreta, aparente (sólo aparente) portador de un humor grueso y escatológico, abundará en el hartazgo de quienes se la cogen (la risa) con papel de fumar y confunden el humor con la corrección política, y el cine con un anacrónico vehículo de compromiso social.

Y en todo caso, guste o no guste Torrente 2, y como en la primera parte, a buen seguro que se despreciará la capacidad de los diálogos y de los casi innumerables personajes que los incorporan (en su mayoría, cameos) para reflejar un retrato más próximo de lo que se suele pensar de la realidad de la sociedad española actual. Con todo, en esta segunda parte, el ingrediente costumbrista que acaparaba la primera parte está más diluido en la trama, de tal manera que lo que se pierde en representación de la realidad cotidiana se gana en fluidez en el desarrollo de la historia, que ahora se decanta claramente por la acción disparatada, el ritmo frenético y los personajes descaradamente autoparódicos.

El guión tiene la típica estructura en la que varias historias confluyen según se acerca el desenlace, en el que se resuelven en el mismo lugar y al mismo tiempo. Dichas historias coinciden en colocar al protagonista en el ojo del huracán de una serie de paródicamente estereotipados delincuentes de altos vuelos, aunque en el debe del guión de Segura tal vez haya que hacer notar una esbozada tercera historia, la del grupo de gitanos intentando recuperar el dinero robado a una paisana por Torrente, que en principio tenía todas las papeletas de la lógica para haberse añadido al apoteósico final y que, sin embargo, quizá por problemas de duración del metraje o, dicho de otra manera, de síntesis de las otras dos historias, es finiquitada antes por la vía rápida.

En todo caso, Torrente 2... confirma un estilo propio de hacer cine. Comprobando los similares, a la vez que personales, resultados de las dos entregas de la serie, es ya evidente que Santiago Segura podrá en el futuro no ya continuar la saga al mismo nivel de sus predecesoras, sino además enfrentarse por primera vez proyectos diferentes, ya sea en su doble faceta de director y guionista, como hasta ahora, o en cada una de esas facetas por separado, y, de paso, mostrar a la endeble y endémicamente preocupada industria del cine español cómo competir de tú a tú con la de EEUU sin dejarse por el camino ni unas ciertas señas de identidad ni una mínimo de calidad.

   

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