Ficha técnica

 

 


Otra terapia peligrosa

Buenos chistes, discreta comedia

Por José Antonio Díaz

Aunque parece ser que la primera parte de esta segunda terapia anti-modales italogansteriles no tenía un falso final, de esos que dejan la historia deliberadamente inconclusa para poder continuarla en posibles secuelas, aquí tenemos otra vez patente la tendencia del Hollywood más boyante de exprimir hasta más allá de lo razonable una ocurrente idea: la parodia de la rehabilitación personal y social de un gangster de libro (o, mejor dicho, de película, puesto que ha sido el cine -y dentro de él, Coppola y Scorsese- el que ha inscrito en el imaginario popular el modelo de gangster ítaloamericano amante de la familia tradicional y su prosperidad por sobre todas las cosas, hortera pero generoso hasta el despilfarro, campechano pero violentísimo, sin escrúpulos con los desconocidos, pero moralista hasta el integrismo con los miembros de su familia).

Billy Cristal y Robert De NiroEn el extremo exactamente contrario de las películas consideradas generalmente como necesarias, Otra terapia peligrosa no sólo milita en la frivolidad de tomarse a cachondeo algunas de las costumbres más características y hasta sublimadas de los miembros de origen italiano de las mafias en los Estados Unidos, sino que además lo hace de forma redundante, repitiéndose, estirándose hasta dar de sí una idea que da pie a escenas extraordinariamente cómicas, pero difícilmente a dos largometrajes con argumentos de entidad propios.

Dirigidos de nuevo por ese buen director de usar y tirar, Harold Ramis, Robert De Niro y Billy Cristal, solos o discretamente acompañados, protagonizan una serie de gags paródicos a cuenta de la actitud y los modales del personaje interpretado por el primero y el intento del segundo por modificarlos para reinsertarle en la sociedad después de una estancia en la cárcel. Y en la primera parte de la película, cuando todavía no urge una articulación argumental mayor y uno sólo ve confirmada en pantalla, al fin y al cabo, la plasmación de una idea estupenda, a través de unas secuencias que van al grano de la parodia de la simplicidad del mafioso, acostumbrado a hacer lo que le da la gana cuando le viene en gana, pasando por encima no ya de la ley, sino incluso de la urbanidad más básica, el guión pasa desapercibido y no se echa de menos algo más ambicioso o con más entidad.

A partir de ese momento, sin embargo, la historia no va más allá, sino que se conforma con una dinámica de secuencias supuestamente vertiginosas, a manera de un vodevil urbano y en exteriores, que no son en realidad más que un final alargado, un desenlace para salir del atolladero de la repetición de chistes desternillantes pero inconexos en que se atasca la cinta después de su primer tercio. Y ni siquiera son divertidas las situaciones en que desemboca este cambio de registro, que aunque necesario olvida la plausibilidad del planteamiento original, que es lo único que justifica el que los amantes de parodias desternillantes pero de trazo grueso acudan a una sala de cine.

Pese a la creciente consolidación del humorista Billy Cristal como una estrella del cine de comedia, en Otra terapia peligrosa tiene que lidiar con un personaje sin miga que apenas sirve para dar replica al de De Niro, que se queda con los mejores diálogos, los más desternillantes, que proliferan en la primera parte, y que, a la sazón, son los que justifican disfrutar moderadamente de una película paródica sin nervio que no llega a la precisión y vertiginosidad de una auténtica comedia.

 

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