Ficha técnica

 

 


Los Tenenbaum

Sonrisas y lágrimas

Por Javier Pulido Samper

Una vez más y van... Parece que los últimos de la fila, aquellos freaks de la clase que en el colegio eran centro de todas las bromas, se están tomando su particular venganza,. Wes Anderson, como Todd Solonz, como tantos otros, parecen pertenecer a esa quinta de desheredados que se refugian en sí mismos y consiguen expiar sus fantasmas y complejos personales a través del arte.

En apariencia, Los Tenenbaum se puede afiliar a la forma de hacer comedia de los hermanos Farrelly, con una estructura narrativa que avanza a base de gags, servida en bandeja por unos personajes dislocados. Afortunadamente, la propuesta de Anderson no pertenece a ese subgénero de comedias escatológicas, que por fortuna está pasando a mejor vida. Lo que esconde este film, y no ha sabido ver parte del público ni algunos de los críticos más prestigiosos de los diarios más insignes, es una reflexión amarga (en ocasiones la risa es el mejor antídoto para combatir la depresión) sobre temas muy poco gratos de contar en la gran pantalla, como la falta de comunicación, el trauma que deja la pérdida de un ser querido o la incapacidad para olvidar a la persona de la que se está enamorado hasta los huesos. Por si fuera poco, en el film de Anderson sufren estas dolencias aquellos que son considerados como genios por la sociedad, lo que aumenta esta sensación de aislamiento.

En la película, ninguno de los superdotados hijos de Etheline Tenenbaum (Angelica Huston) son capaces de enfrentarse a la vida una vez superada la niñez y vagan absolutamente perdidos, sin ningún código al que atenerse porque nadie les ha enseñado a vivir. Ni el genio de las finanzas Chas (Ben Stiller), ni la adoptada estudiante Margot (Gwyneth Paltrow), ni el as del deporte Richie (Luke Wilson) son capaces poner en orden sus vidas por lo que acuden al hogar paterno para encontrar respuestas, sin contar con que será el patriarca de la familia, Royal Tenenbaum (un genial Gene Hackman), el responsable de sus carencias afectivas, que vendrá a arreglar entuertos, buscando de paso su propia redención personal.

Nada nuevo bajo el sol, al menos en apariencia, porque lo realmente original aquí es el enfoque que aporta Anderson (¿se puede hablar ya de sello propio?), tan eficaz como en Academia Rushmore. Estructurada en capítulos como si de una novela costumbrista se tratara, abundan los colores sepias y grises, como en los álbumes de fotos de épocas pretéritas. Y siempre avanza en dos niveles. El más evidente, el reventaplateas, está construido a base de sketches, que oscilan entre el humor bufo y el toque Allen, y confirma a Anderson (con la ayuda en los guiones de Owen Wilson) como un fino esteta de la comedia.

El segundo nivel, el que circula a ras de suelo, invita a la piedad con unos personajes bien dibujados y mejor interpretados y es capaz de congelar la risa en numerosas ocasiones, como cuando en escena Richie certifica su fracaso personal con su intento de suicidio. Aquí, el realizador se muestra como un eficaz estudioso del comportamiento humano, o mejor del lado más turbio de éste, con sus miserias y defectos. Además, Anderson es un chollo para las grandes productoras, puesto que de nuevo es capaz de reunir un grupo de actores solventes con un presupuesto ajustado en un tiempo estándar, lo que le convierte en un nuevo francotirador (como Lynch, Burton o Cronemberg) que es capaz de llevar a cabo sus propuestas personales en el engranaje de la industria sin para ello hacer ningún tipo de concesión comercial. Afea el resultado, lástima, que el momento de redención que logran algunos de los personajes esté rodado con formas próximas a lo convencional.

El aviso de que Los Tenembaum va más en serio de lo que pudiera parecer a primera vista lo certifica su genial banda sonora, a cargo de artistas como Nick Drake, que aparece como telón de fondo de los momentos más románticos y que bajo su amable apariencia esconde un mar de desesperanza (el inconmesurable Drake acabaría suicidándose) o The Clash para los momentos más socarrones de la película (y la banda de Joe Strummer podía ser cualquier cosa menos socarrona).

 

 

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