Ficha técnica

 

 


The Matrix: Reloaded

Arma recargada

Por Pablo Vázquez

El primer Matrix era una amalgama entre el kung fu, William Gibson, la ciencia ficción mística y la Playstation, ciertamente brillante, con el punto justo, que venía a decir que la fuerza narrativa y el puro espectáculo con vistas a la taquilla eran perfectamente compatibles en la era de la alta tecnología. De todos sus aciertos, pero sobre todo de una fuerza visual luego copiada a rabiar, había que culpar a los hermanos Wachowski, realizadores y guionistas, poco antes responsables de esa reivindicable pieza negra llamada "Lazos ardientes".

Muchas esperanzas había puestas en esta continuación y es de esperar que la mayoría caigan en saco roto. Narrativamente mucho más endeble, "Matrix reloaded" comienza sin garra en un ambiente que recuerda demasiado a un subproducto italiano de ciencia ficción para tardar en encontrar el auténtico sentido de su existencia (el exceso) y conseguir así un ritmo de aventura similar a su predecesora.

Por mucho que nos divierta vitorear la habilidad de montadores y especialistas en el mastodóntico circo de tres pistas en el que deriva la película en su segunda hora, lo que en el primer matrix era una buena digestión de conceptos, aquí es sobredosis mística vacía y funambulismo sobre las aguas del ridículo, con un punto naif y divertido, pero en todo momento recargado (de ahí a lo mejor su título). Los Wachowski no sólo han perdido la capacidad de sorpresa de la primera parte y reducido sus dosis de violencia y su aire malsano y cyberpunk -sí, hay escena de sexo, pero muy pobre-, sino que sus recursos como guionistas se revelan más estereotipados dentro del género de la aventura, con la vergüenza que supone ver a nuestro Neo convertido en un superhéroe del tres al cuarto con una tendencia sintomática al lloriqueo romanticoide.

Sin embargo, este matrix nos vence, en parte, porque al menos paga el exigible, y también previsible, tributo del espectáculo. Desde la pelea con los Smiths hasta la persecución automovilística la película es una divertida sucesión de recursos tecnológicos con la intención de clavar al público en la butaca y con la boca estilo buzón. Unas escenas de acción que demuestran que lo que pierde esta entrega en fuerza conceptual lo gana en, digamos, jugabilidad consolera. Porque la única forma de salvar el, con todo entretenido, desaguisado es entender la película como un videojuego autónomo, con sus obligatorios menús informativos intercalados y sus divertidos cameos como garantía de calidad (Monica Bellucci en un personaje que parece escrito por un hacker cachondo sin demasiada imaginación).

Es decir, una entrega inútil, más recalentada que recargada, pero que cuenta con los momentos de impacto necesarios para divertir al público y para que sus dos horas no pesen del todo. Lo peor, claro, sus postizas pretensiones, por lo que es recomendable que con la entrada de la tercera parte regalen un joystick directamente conectado a la pantalla con la opción de entrar y salir de matrix a libre disposición.

 

 

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