Ficha técnica

 

 


Embriagado de amor

Tesis doctoral

Por Manuel Ortega

Luis Guzman y Adam SandlerA mí la de Boogie Nights me pareció excesivamente larga y excesivamente excesiva. Magnolia me descubrió que el autor que la filmaba era excesivo pero que iba puliendo con magistral sobriedad las vías de escape de su definida voz. Punch-Drunk Love (me niego a teclear el horrible título que su torpe distribuidora le ha hecho cargar sobre sus espaldas en las escasísimas salas donde podrá disfrutarse) es la tesis doctoral del niño prodigio, del precoz autor que hace compatibles los silencios de Raymond Carver con los de Buster Keaton, el sórdido fotógrafo de la literatura más americana, del cine más clásico. El que subvierte, el que subordina, el que sublima los géneros cinematográficos que por arte de cámara le marcaron. Algo así como los hermanos Coen con gesto adusto y sin el cartel de parásitos paródicos que arrastran por la campaña de desprestigio que los de siempre les hacen cargar. Y es por una reseña de uno de esos cerriles señores, a los que el cine ya no les importa lo más mínimo, por lo que decido aparcar mi momentáneo retiro crítico y me aventuro a defender la que para mí es la mejor película estrenada en este año de grandes estrenos (Dolls, Atrápame si puedes, Un hombre sin pasado, Bloody Sunday, Ciudad de Dios, Gangs of New York etc...).

El intento de hacer una de Adam Sandler de arte y ensayo, sin que se reniegue en ningún momento del peculiar (cámbiese por discutible si lo desea) talento interpretativo del cómico norteamericano, es totalmente fructífero y satisfactorio gracias a una transformación de lo gratuito, una desviación de lo accesorio hasta convertirlo en imprescindible. A veces está justificado plenamente por la trama, otras veces es la trama la que se pliega y deja paso a una delirante concepción formal y temática que convierte a la película, por el camino de la perdición, en una obra inclasificable, en un delirio psicodélico y chillón que traspasa lynchianas fronteras, que la acerca a lo incunable y a lo inimitable. La comedia romántica nunca se recuperará de este durísimo golpe. Meg Ryan y Tom Hanks querrán rodar un remake de Los amantes de Pont Neuf.

Porque esta historia de amor nada "fou" entre dos maravillosos (y peligrosos) locos de desatar, se erige en piedra filosofal y fundacional de todo un ataque a lo trillado, a lo convencional, a lo gilipollas de un subgénero en peligro de autoextinción. El empleo musical, desquiciante y emotivo, del score de John Brion también es una lanza rota en los acordes melosos, azucarados de un Alan Silvestri de andar por casa. También hay que destacar de esta historia de amor la historia de amor, las diferentes fases que la forman y la conforman, desde la manera de conocerse al desenlace final, pasando por momentos antológicos como el destrozo del cuarto de baño del restaurante donde cenan la noche de su primera cita o como el aparentemente imposible encuentro en un Hawaii en fiestas que parecen celebrarse para conmemorar su unión. También de antología es el cumpleaños de una de las 7 hermanas de Barry Egan donde todo podemos vernos un poco reconocido en esas historias anecdóticas que cuentan de ti y que tanta gracia le hace a todo el mundo. Menos a ti, of course. El estallido de Sandler, aunque desmesurado, es comprensible y aplaudible por ese otro yo que todos llevamos al cine y le sonríe a la taquillera.

Para el que esto suscribe una maravilla, una cima y un cisma en el alma y la apariencia del cine romántico. También existe la posibilidad de que usted vaya a ver Sucedió en Manhattan, claro. Hay gente que está hasta a favor de la guerra.

 

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