Ficha técnica

 


Pearl Harbor

Morir por nosotros

Por David Montero

"Pearl Harbor no es un documental sino un homenaje a todos esos hombres y mujeres que dieron la vida por nosotros". Supongo que esta frase, que puede leerse en uno de los libretos promocionales de Pearl Harbor, no es más que un error, una mala traducción del documento original en inglés, probablemente provocada por las prisas. Pero si uno se decide a seguir el juego, descubre con horror que, según el esclarecedor libreto, todos los que perecieron en la tragedia de Pearl Harbor lo hicieron por mi, aspirante a crítico de cine, y por usted que lee impunemente este texto. No se preocupe, no se sienta culpable aún. Lo que ocurre es que el redactor de la oración, con buen criterio, no esperaba que nadie que no fuese norteamericano la leyese nunca. No pensó que estas películas,, desgraciadamente, también llegan más allá de las fronteras que domina el ubícuo tío Sam. Pero ya lo dijo Billy Pilgrim con la precisión histórica de un personaje de ficción, "lo que tenga que pasar, pasará o ya habrá pasado".

Ya saben: únanse a la luchaDesde luego Pearl Harbor no es un documental, aunque sí un homenaje. Cualquier atisbo de realidad, incluso manipulada, debe considerarse como un falso asidero para una historia nacionalista y desmedida, un mero contrapunto incómodo a la orgía patriótica que se perpetra durante las cerca de tres horas que dura el filme. Más allá de los hechos, se abre el camino de los homenajes: un tributo a la guerra, a la venganza sangrienta que acabó con la vida de miles, a la megalomanía de los militares, ensalzados aquí para mayor gloria de las fuerzas armadas estadounidenses. Si no hubiesen muerto tantos (en Pearl Harbor, en Hiroshima, en Dresde) el asunto quizás mereciese una sonrisa ante tanto desatino interesado. Antes, al menos, este tipo de propaganda restringía su radio de acción a sus países de origen; ahora, si el producto es norteamericano, se exporta. Pero vayamos por partes: el deber es el deber.

La película gira en torno al personaje de Rafe McCawley, un joven piloto de las Fuerzas Aéreas Norteamericanas que se enamora perdidamente de la hermosa enfermera Ewelyn Stewart. Sin embargo, ambos se ven obligados a separarse, ya que McCawley ha decidido partir hacia la Segunda Guerra Mundial para combatir en un escuadrón británico, abandonando a su chica y a su mejor amigo, Danny Walker, que también es piloto de aviación. Tras algunos combates, Rafe es dado por muerto lo que precipita a Danny en brazos de Ewelyn. El regreso de McCawley provoca un profunda conmoción en todos; sin embargo el ataque inminente a Pearl Harbor va a trastocar la vida de los tres jóvenes.

La única fórmula que sustenta el filme es un ejercicio de marketing a niveles telúricos, planetarios, con el mayor presupuesto de la historia del cine destinado a increibles explosiones de barcos, a recrear aviones japoneses que se estrellan con pavoroso estruendo, a volar gente por los aires. Es lo único que se puede esperar de Pearl Harbor: media hora de ejercicio visual, con efectos especiales de todo tipo. En los márgenes del fuego, de las bombas y las balas, se extiende otro tipo de tragedia, una de esas que dejan muertos cinematográficos, porque Pearl Harbor esconde una historia trillada, sin más talento creativo que un telefilme de sobremesa llevado de forma torpe, con personajes poco creibles tanto por los agujeros de guión como por el escaso talento de los actores a la hora de darles vida. El asunto consistía en quemar los aviones y explotar los barcos de la forma más espectacular posible, el resto no era tan importante y eso se nota.

Tras el bombardeo, llegan los peores momentos de Pearl Harbor, los más indignantes. El filme, en una auténtica apología del "ojo por ojo", aborda la venganza planeada por los Estados Unidos: un ataque sorpresa sobre Tokio dirigido por el Coronel Doolittle donde los soldados, emocionando a la audiencia, escriben los nombres de algunas víctimas sobre las bombas destinadas a matar a los indeseables "japos". Desafortunadamente, la auténtica venganza estadounidense llegaría algún tiempo después a la ciudad de Hiroshima. Sin embargo, eso no vende en Estados Unidos, al menos por ahora. Y aún tenemos que escuchar que los que murieron lo hicieron por nosotros. No, ninguno de ellos. Ni por error.

   

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