Por
Manuel Ortega
Dicen que esta película está basada en hechos
reales, que Mike Tyson se encontró en presidio con la horma
de su zapato y que le retó a un combate del que no desvelaré
el resultado final. Sobre una anécdota tan interesante y atractiva
a priori Walter Hill construye su enésima baldosa en el camino
que lleva directo al infierno. El sendero de las buenas intenciones.
Y los mediocres resultados. La trayectoria de Walter Hill.
Esta
vez este californiano de 60 años no se dedica ni al western
revisionista que tan buen resultado le diera con Forajidos
de leyendas y que tan mala acogida de crítica y público
tuvo con Gerónimo: una leyenda o Will Bill ni
al thriller estilizadamente violento con el que a veces hizo
cine de considerable calidad (hablo de Driver y La
presa, mis dos películas favoritas de Hill) y con el que
otras veces pincho en hueso (las horribles Johnny el guapo
o Danko, calor rojo, por poner dos ejemplos significativos)
ni al cine de pandilleros en el que también nos dio la de cal
con Warriors, los amos de la noche y la de arena con
Calles de fuego. No se dedica a nada de esto pero está
todo como resumen de su obra, tanto en temas y estética como
en trayectoria: descendente e imparable.
Invicto no es un western porque transcurre
en nuestros días y en una cárcel que se anima a ritmo de rap.
Pero el tratamiento de la historia es deudor del género americano
y cinematográfico por antonomasia, esto es, el tipo duro del
pueblo (el sheriff aquí transformado en un ascético prisionero
que construye maquetas con mondadientes) ve su status peligrar
por la llegada de un advenedizo pistolero famoso en todos los
demás condados y que lo reta a un duelo nada más llegar. Los
preparativos del combate y la disputa del mismo centrará el
desarrollo y el desenlace.¿Ganará el sheriff honrado y poco
hablador o el chulesco y lenguaraz forastero?
Invicto tampoco es un thriller porque
se desarrolla dentro de una cárcel lo que corta de raíz cualquier
atisbo de persecución, investigación o asesinato. Pero sí está
la violencia funcionando como motor del ciudadano norteamericano,
sí está la inquietante y particular manera de Hill de filmar
los golpes, las amenazas y los insultos y sí está el desasosiego
ante el más imprevisible estallido de rabia de cualquiera de
los personajes que puede desembocar, fácilmente, en tragedia.
Invicto tampoco es una película de pandilleros
porque ninguno de los dos protagonistas aceptan pertenecer a
ninguno de los grupos existentes en el interior de la prisión.
Pero estos grupos existen y tienen sus diferencias y se enfrentan
y se unen unos contra otros. Y se odian tanto como los Warriors
odiaban a las demás pandillas de Nueva York. Afro americanos,
neonazis, mexicanos y otros, intentan controlar el crimen organizado
bajo el techo de Sweetwater mientras Snipes y Rhames se ponen
a punto para la pelea.
Invicto tampoco es una buena película.
Se puede ver sin irritación o no se puede ver. Si decidieran
no verla sólo se perderían la magnífica actuación de Peter Falk
en el que me temo será uno de sus papeles postreros. Por lo
demás más material de derribo para nuestros cines. El preocupante
momento que atraviesan nuestras carteleras nos hace prever un
verano aun más aciago de lo que es moneda común en nuestro país.
Que Dios (léase Billy Wilder ) nos coja confesados.
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