Ficha técnica
Tema de Cinefilia: Zhang Yimou

 

 


Happy Times

Sencillez y lirismo

Por Alejandro del Pino

Desde La linterna roja a Camino a casa, pasando por Qiu Ju, una mujer china o ¡Vivir!, los protagonistas de las películas de Zhang Yimou se empeñan en encontrar un poco de felicidad en un mundo opresivo y hostil que les relega a un papel de ciudadanos secundarios. En esta misma línea se sitúa Happy Times, una película que narra con admirable sencillez y una elegante sobriedad formal la fraternal relación que se establece entre un hombre de cincuenta años (Benshan Zhao) cuya máxima aspiración es casarse y una joven muchacha ciega (Jie Dong) que desea reencontrase con su padre y sueña con recuperar algún día la vista.

Tras dos obras ambientadas en zonas rurales (Camino a casa y Ni uno menos), Yimou retorna al escenario que ya exploró en Keep cool: las grandes concentraciones urbanas de China, donde se hace más evidente la profunda fractura que vive el país asiático entre tradición y modernidad, entre economía de mercado y sociedad nominalmente comunista. Galardonada en el Festival de Berlín y en la Semana Internacional de Cine de Valladolid (donde obtuvo la Espiga de Plata y el Premio a la Mejor Actriz), Happy times es una vitalista comedia agridulce narrada en clave de realismo lírico, cuyo principal objetivo es, según palabras de su propio director, "que el público experimente la pena tras la risa".

Y en gran medida el autor de Sorgo rojo lo consigue, ya que hay momentos de enorme comicidad (algunos realmente delirantes, como las escenas en las que Benshan Zhao y sus amigos montan un salón de masajes en una fábrica abandonada) que sirven de excusa para describir la enorme soledad e impotencia que siente la pareja protagonista. Gracias a un desarrollo dramático transparente y ágil y a un estilo sobrio que huye de artificios y sofisticaciones, Zhan Yimou consigue atrapar la atención de los espectadores con una historia emotiva sobre personajes bondadosos y desorientados que buscan desesperadamente algún punto sólido al que agarrarse.

Zhang Yimou ha realizado una exquisita obra de artesanía cinematográfica que derrocha autenticidad e inmediatez y envuelve un profundo sentimiento trágico de la existencia en un cálido y delicado tono de comedia costumbrista sentimental sin pretensiones autoriales. En algunas escenas Yimou recurre a efectos melodramáticos que bordean el pastiche y el sentimentalismo explícito, pero lo hace con un gran sentido de la tensión cinematográfica y eludiendo subrayados narrativos y visuales innecesarios. En este sentido destaca una de las escenas finales de Happy Times, donde Yimou consigue transformar un tosco recurso de cartas cruzadas leídas con voz en off, en un poético diálogo entre dos destinatarios ausentes.

El gran mérito del último trabajo de Yimou es su abrumadora eficacia narrativa a partir de un argumento mínimo que avanza con extraordinaria fluidez y naturalidad hasta desembocar en un sorprendente final trágico que convierte a sus dos protagonistas en héroes humildes dotados de una singular aureola épica. Happy times no es una obra maestra, ni pretende serlo. Y ahí radica su principal encanto, pero también su gran limitación. A lo largo de la película se van presentando una serie de personajes que funcionan como meras caricaturas (muy especialmente la prometida de Zhao y su hijo) y algunas escenas se resuelven de forma precipitada. Yimou muestra además un excesiva despreocupación por enriquecer el argumento principal de la obra con historias paralelas que le doten de mayor credibilidad y espesor dramático. Todo ello hace que Happy times entretenga y en cierta medida emocione, pero que casi en ningún momento logre cautivar y conmover.

 

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