Ficha técnica

 


Descubriendo a Forrester

Épica literaria tan pretenciosa como ingenua

Por Alejandro del Pino

Pongámonos en la mentalidad de un joven de 16 años con inquietudes literarias que vive en un barrio marginal. Quiere escapar de su "miserable" vida y convertirse en un escritor prestigioso y respetado, aunque eso sí sin dejar de jugar al baloncesto (su otra gran pasión). Así que se imagina toda una delirante historia a partir un misterioso personaje (Sean Connery) que vive en su barrio y que nunca sale a la calle. El resultado sería una película con un argumento y un desarrollo dramático muy similar al de Descubriendo a Forrester. Pero el problema es que el muy domable Gus Van Sant no tiene 16 años, sino cerca de 50, y sorprende que alguien que recurrió a Williams S. Burroughs en uno de sus primeros trabajos haya perpetrado un film tan pretencioso como ingenuo.

De cineasta de culto a profesional del encargo y del pastiche, la filmografía de Gus Van Sant ilustra a la perfección el proceso de mutación experimentado por muchos revoltosos representantes del cine independiente made in USA. Quien se introdujo en las entrañas de un grupo de drogodependientes en su viaje alucinado por la América profunda (Drugstore Cowboy) o se reapropió de Shaskespeare para tejer un inquietante retrato de un chapero que sufría repentinos ataques de lipotimia (My Idaho privado) se ha decantado con el paso del tiempo por dramas dulzones y candorosos, sorprendentemente esquemáticos y destinados al consumo familiar.

Y no se trata tanto de un cambio de estilo (que lo hay, y muy evidente) como de discurso. Tanto en El indomable Will Hunting como en Descubriendo a Forrester siguen siendo reconocibles (aunque muy diluidos) algunos de los recursos propios de sus primeros films (sensibilidad lírica, fragmentación,...) pero ha desaparecido por completo su espíritu subversivo. La ética y estética del perdedor que deambula sin rumbo, sin patria y sin casa por una geografía social hostil ha sido sustituida por una sospechosa épica individualista que incorpora todos los tópicos del American way of life: en el país de las libertades y las oportunidades, cualquiera que tenga talento y tesón puede subir peldaños en la escala social. Sobre todo si además de ser especialmente inteligente y astuto, sabe jugar al baloncesto (o al beisbol, o al rugby).

Todo ello camuflado en un discurso con ambiciones literarias e intelectuales, cuya ingenuidad (o simplemente pedantería) se refleja en detalles de una superficialidad abrumadora. Un ejemplo, a lo largo de la película el director parece querernos demostrar que es una persona leída e instruida, y para ello no se anda con sutilezas y nos muestra claramente la portada de varios libros escritos por algunos de los autores anglosajones más exquisitos del siglo XX (James Joyce, T.S Elliot,...).

La película es también una excusa perfecta para que Sean Connery se luzca en su inteligente y vigorosa interpretación del escritor maldito William Forrester. Connery, que participa en el film como productor ejecutivo, borda un papel hecho a su medida hasta el punto de que el guión se transformó para que el personaje que encarnaba tuviese pasado escocés. En el reparto también destaca el debutante Rob Brown, quien sale airoso en su difícil reto de hacer frente al protagonista de El Hombre que pudo reinar, así como Anna Paquin (la niña que ganó el Oscar como actriz secundaria por El piano) y F. Murray Abraham, conocido por su interpretación del envidioso y atormentado Salieri en Amadeus.

   

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