|  Por 
                Manuel Ortega
  Parece que la Disney corre una suerte análoga 
                a la que la tenía sumida en el olvido, en el fracaso y en la repetción 
                de clichés desgastados, durante finales de los setenta y el principio 
                de los siguientes. La solución vino de debajo del mar y de la 
                revisitación de clásicos básicos de la literaratura (no infantil) 
                pero interesadamente infantilizada y pasada por la turmix de los 
                buenos sentimientos y la corrección formal (de formalidad, no 
                de formas). Victor Hugo o Shakespeare sin mala idea resultó no 
                ser tan mala idea, viendo resultados y resultantes.   Pero 
                todas las modas igual que vienen se van solas, y aquí que llega 
                la competencia con Bluth, Goldman, Katzemberg y Spielberg pidiendo 
                cuentas y poniendo pasta (publicidad, nuevas técnicas, promoción, 
                ¡hasta el festival de Cannes y una nueva modalidad en los Oscars!).
 La Disney intenta cambiar el patrón y tras su último 
                y relativo éxito, la exhibicionista, espectácular y divertida 
                Tarzan, llegan Dinosaurio y El emperador y sus 
                locuras, proyectos basados más en ciertas creencias, bien 
                seudocientíficas, bien seudomitológicas, que en obras de enjundia 
                literaria.  Planteado así no suena demasiado bien, pero la 
                práctica podría ser otra cosa. Pero fracasan irremisiblemente 
                demostrando que hay muy poco que descubrir si de sentimientos 
                se trata y que la calidad no tiene ni fecha de caducidad ni público 
                minoritario. Desde Las mil y una noches a Edgar Rice Burroughs 
                siempre hay un atajo.  Atlantis acude tanto a la ciencia como a 
                la mitología y lo hace no sé si por casualidad o por causalidad 
                under the sea. Again. Lo que sí sé es que ha fracasado 
                en EEUU y que tiene toda la pinta de hacerlo por estos lares, 
                según índices y según el horizonte donde ya se vislumbra el vendaval 
                Potter barriendo con su escoba voladora el camino para que vuelva 
                a arrasar, acto seguido, el tandem Tolkien-Jackson (¿ven lo que 
                les decía sobre materiales literarios?).  Atlantis es un intento por parte de la Disney 
                de recuperar el estilo de las películas no animadas de los sesenta, 
                en general, y de la obra maestra de Fleischer, 20.000 leguas 
                de viaje submarino, en partícular. Parecía que en dibujos 
                animados sería más facil y más emocionante al poder realizar todas 
                las escenas que imaginar se pudiesen. Pero falta algo.  Falta la magia que se le supone a la Atlántida, 
                falta la chispa de los personajes secundarios, falta un hilo argumental 
                que despierte interés, faltan las canciones (creí que nunca diría 
                eso), falta imaginación y falta algo que atraiga a los adultos 
                y algo que no aburra a los pequeños. Atlantis es una película 
                que se ve sin dificultad, e incluso con interés en muchos pasajes, 
                pero a la que le falta, en definitiva, Kirk Douglas o los dos 
                bichos que cantaban Hakuna Matata.  |