Por
Francisco Javier Pulido
De un tiempo a esta parte las
películas hechas para adolescentes con picores parecen contar
con el beneplácito de la taquilla estadounidense. Buscando culpables,
quizá el antecedente más remoto sean aquellas sagas de los ochenta
a lo Porky´s, que tenían su éxito en el mercado del vídeo
y que variaban siempre sobre el mismo eje: un grupo de adolescentes
poco agraciados contaba sus triunfos en la vida por cópulas.
Más
tarde llegarían los hermanos Farrelly, con su humor de pústula
y semen, dispuestos a hacer del mal gusto un arte e imponiendo,
por doloroso que resulte, un camino que seguir en los últimos
años en la comedia americana. La tercera causa estaría en la
proliferación de teleseries de carácter amable y rostros aún
más amables, cuyos protagonistas están obsesionados con el otro
sexo y con el propio. Tales fueron los mimbres con que se tejió
el éxito hace un par de años de American Pie, una película
que será recordada por los variados usos que se le pueden dar
al clásico pastel de tarta de manzana.
Funcionó American Pie por
atreverse a ir un poco más allá en la provocación y por abordar
el tema de la virginidad, tan preocupante para los adolescentes,
a fin de cuentas su público potencial. Y su secuela sigue exactamente
los mismos derroteros. En American Pie 2, Jim, Oz, Finch
y Kevin, los protagonistas de la primera parte, creen haber
superado su fase onanista y, tras finalizar el primer curso
de la Universidad, alquilan una mansión para tomarse unas vacaciones.
Si el fantasma de la virginidad ha dejado de perseguirles, ahora
lo hacen otros peligros como la fidelidad.
El axioma de American Pie 2
es claro. Si en su momento funcionaron determinados ingredientes,
¿por qué no repetir la misma fórmula? A excepción de los hermanos
Paul y Chris Weirtz, bajo cuyos hombros residía el peso de la
primera entrega, prácticamente repite el mismo equipo. En esta
ocasión, sin embargo, la batuta de la dirección se ha delegado
en un J.B.Rogers, cuyos meritos hasta la fecha consisten en
haber perpetrado la nefasta Dime que no es verdad.
Sí repite en cambio en las labores
de guión Adam Herz, que deja el piloto puesto durante buena
parte de la película, puesto que las ocurrencias más o menos
hilarantes que aparecían en la primera entrega son explotadas
hasta la saciedad en una película que, paradójicamente, es corta
de metraje. Y es que el problema de American Pie 2 es
que es una producción calculada al milímetro para repetir el
éxito de su antecesora, intentando sacar petróleo en donde sólo
había estiércol. Así, hay más escenas con masturbación incluida,
más comentarios machistas y más comentarios despectivos sobre
opciones que no sean la puramente heterosexual. Y todo ello
explotado ad nauseam en un bucle infinito.
El forzado maniqueísmo que infecta
a la película no solo afecta a la repetición de escenas más
o menos jocosas que dejan de tener maldita la gracia vistas
por segunda vez. La mínima evolución interna de la que hacían
gala algunos de los personajes en la primera entrega aquí desaparece
por completo. Se trata de ya de histriones que actúan en base
a lo que el público espera de ellos, con cuarto y mitad menos
de masa encelográfica, dummys de segunda con humor de
sal gorda. Y no, no es que Rogers no sepa aprovechar su talento
interpretativo, es que sencillamente no lo hay. Para muestra
un botón, a excepción del insoportable Jason Biggs, ninguno
de los diez protagonistas ha conseguido ningún tipo de prestigio
interpretativo más allá de apariciones como secundario en "Buffy
la Cazavampiros". La desidia que transmiten solo es comparable
a la inexistente falta de ritmo que atesora la película y a
su montaje estomacante.
Se encuentra American Pie 2,
una empanada indigesta en la que no hay nada ni nadie que se
salve, muy cerca de la segunda parte de Scary Movie,
por cuanto en lugar de intentar buscar vías que oxigenen una
más que dudosa propuesta se dedican a estirar hasta lo indecible
las ocurrencias de las películas originales. Y no sería de extrañar
que viéramos una tercera parte en breve. Se trata de ordeñar
la ubre hasta la última gota y aquí parece haber un filón que
puede dar de sí unas cuantas películas más. ¿El cine?
El cine está en otra parte.
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