Ficha técnica


 


9 días

Rutinaria comedia de acción

Por Alejandro del Pino

Con la excusa de ser meros productos de entretenimiento, las películas de acción estadounidense promueven un discurso ideológico conservador, paramilitar y prepotente donde los protagonistas "buenos" son capaces de sacrificar sus vidas para salvar al "mundo libre" de los ataques de los malvados enemigos. Para adecuarse a los tiempos que corren y de forma nada inocente, los antiguos malos rusos se han ido transformando en difusos grupos terroristas internacionales que funcionan como conglomerados mafiosos que trafican con armas, drogas y mujeres desde algún lugar situado en el entorno de ese triple eje del mal que señaló George Bush tras los atentados del 11 de septiembre.

Anthony HopkinsLeyendo la hoja promocional de 9 días ya se puede apreciar el grado de manipulación política soterrada que pone en marcha la megapodorosa industria cultural estadounidense con este tipo de entretenimiento inocuo. Por poner sólo dos ejemplos: en la sinopsis se hace referencia a un arma nuclear que ha caído en "manos equivocadas" (y que debe, por tanto, volver a sus legítimos dueños: los EE.UU); a su vez se indica que la historia comienza con el asesinato de un joven y brillante agente de la CIA de origen humilde que fue adoptado por una familia "honrada y encantadora" que, claro está, tuvo la delicadeza de educarle en colegios privados.

9 días es el último trabajo del realizador Joel Schumacher, un cineasta prolífico en cuya filmografía hay varios títulos conocidos como Batman y Robin, El cliente, Tiempo de matar, Nadie es perfecto o Tigerland. Se trata de una "comedia de acción" concebida para el lucimiento de sus dos actores principales que cumplen como marionetas bien adiestradas con su función. En la línea de otros trabajos recientes (Showtime, con Robert de Niro y Eddie Murphy), la pareja protagonista de 9 días está formada por un actor maduro y blanco habituado a papeles serios y complejos (en esta ocasión Anthony Hopkins, que no parece sentirse incómodo encarnando al veterano agente Oakes) y un joven intérprete negro (Chris Rock) que sobrelleva el peso cómico de la historia con un limitado abanico de gestos estrafalarios y modales barriobajeros (supuestamente graciosos). Al mismo tiempo, el personaje interpretado por Chris Rock es el encargado de activar la fibra más sensible del público con sus reacciones delirantes pero bientencionadas y su inmenso talento que desaprovecha revendiendo entradas, jugando al ajedrez en parques públicos y pinchando discos en un antro oscuro.

Tópico tras tópico el film también plantea el consabido dilema al que se enfrentan los héroes anónimos que se entregan en cuerpo y alma a su labor de protectores de la patria (agentes de la C.I.A y del F.B.I y de las demás fuerzas de seguridad de los EE.UU) que difícilmente pueden compatibilizar su explotación laboral a tiempo completo con la vida familiar y otros menesteres menos gloriosos. Y sin entrar en demasiadas elucubraciones en torno a la perspectiva de género (al fin y al cabo no es más que "entretenimiento inocente"), las mujeres que aparecen en el último trabajo de Schumacher son siempre personajes secundarios cuyo único papel es ser madres bondadosas, esposas comprensivas o compañeras (de trabajo) fieles y sumisas. Para dar un poco de profundidad al asunto, hay también una reportera de guerra, tan valiente y autónoma como caprichosa y frívola.

Pero para no limitarnos al sustrato ideológico del texto fílmico, es necesario señalar que los amantes del cine de acción (entre los que no me incluyo) pueden encontrar en 9 días casi todos los ingredientes que se esperan en este tipo de obras: persecuciones, explosiones, tiros, un ritmo trepidante, frases ingeniosas, banderas de Estados Unidos, visitas a lugares relativamente exóticos (Praga), hoteles de lujo, sórdidas fábricas abandonadas, tecnología de última generación, bromas varias y algún que otro momento de emotiva fraternidad varonil (es decir, fría pero sincera e intensa).

El guión es simple pero efectivo, la puesta en escena y la fotografía son fruto de un trabajo tan rutinario como bien acabado y el film consigue cierta tensión narrativa a pesar de recurrir a recursos dramáticos demasiado toscos y previsibles (un ejemplo: la bomba nuclear es desactivada apenas un segundo antes de explotar). Por supuesto, todo acaba como el Mercado manda: los malos mueren y desaparecen, los buenos sobreviven con algunos rasguños pero la cabeza bien alta, los efectos colaterales se obvian y el protagonista alocado endereza su vida con una boda sencilla pero elegante en la que la novia está guapísima.

   

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